RESEÑAS
Viajando sin atajos

Como a tantas otras ciudades del interior, a 25 de mayo le falta de rock lo que le sobra de tranquilidad. Es uno de esos lugares donde pareciera que el tiempo no pasa, donde la calma se vuelve impavidez a las dos horas. El corazón de este pequeño lugar en el mundo se reduce a la plaza, la iglesia, la municipalidad, el banco, un restaurant y poco más (como en Gilmore Girls, vieron? pero distinto… esto sí que es Argentina. Ah! Y sí, estoy mirando Gilmore Girls y qué?).
Con mayoría visitante entre el público, cerca de las dos de la mañana el grupo pisó el escenario de The End, boliche devenido en lugar rockero por un par de horas. Los locales miraban curiosos, molestos o expectantes la visita del grupo y la típica multitud rockera, sus vicios, sus encantos y su particular concepción del “espíritu festivo”.
Se asomaron de a uno los integrantes y calmados, empezaron su show con “Brillan”, en su versión más perezosa, para después elevar el lugar con “Una nueva noche fría”, hit de la nueva etapa callejera, emocionante canción, desde el comienzo con el punteo alla AC/DC hasta el cautivador estribillo que recorre la eterna levedad del ser, las insoportables libertades incompletas y el vacío que se empecina en llenarlo todo, incluso los sueños.
El recorrido musical sorprendía con estridente rock de canciones pegadizas, tan lejos del “rocanrol” más elemental como de la tan trillada invocación al espíritu de PATRICIO REY. En “Imposible”, por ejemplo, el clímax de la canción se desprendía del grito onomatopéyico en cuanto se oía un desentonado coro gritar “la verdaaaad” y estirar la “a” infinitas veces hasta el final, con el saxo remontando vuelo para llevar la canción donde nadie la pueda alcanzar. Una buena letra (¿cuántas veces oyeron reclamar por el aborto legal desde un rocanrol?), una buena canción, un gran final.
Después llegaron temas como “Ilusión”, “Tres” y “Sed”, en los que el grupo se desprendía del rock y coqueteaba con otros estilos, sea punk rock, country o la simpleza de una canción cargada de melodías. Pero en otros momentos, el mismo intento por darle respiro a los aires rockeros resultaba fallido, como en el caso del repetitivo reggae “Armar de nuevo” o el tango “Fantasía y realidad”, chato intento de revisión del género que apagaba el show. Muy distinto, el rock tangueado de “Si me cansé”, dejaba reconocer las mismas influencias tangueras pero actualizadas, en una interesante relectura del tango que no omitía la esencia rock del grupo ni su fuerza.
En vivo es donde CALLEJEROS hace la diferencia con otros grupos contemporáneos a los que se menciona en la misma camada de “recambio generacional”. En música, discurso y actitud, el grupo demuestra estar varios metros por delante de muchos. Pato se destaca como un interesante intérprete y letrista, retratando en postales blanco y negro la sensibilidad de lo marginal, escenas e historias cotidianas descriptas con tono poético pero no encriptado, directo sin ser facilista ni burdo.
El final quizás sea el momento más poderoso de cada recital. Grupo y público en comunión constante hasta acabar, entre voces y más voces, muecas y un desfile de banderas que bailaban borrachas un ritmo frenético.
Comentario aparte para las insoportables bengalas, conducidas con la prepotencia y la irresponsabilidad que sólo dan ciertos químicos, el alcohol o simplemente la natural estupidez de algún pequeño/a con ansias de figurar y un concepto de diversión totalmente distorsionado (¿Qué tiene de simpático tratar de esquivar una llama chispeante a diez centímetros de la cara?. Nada. Bueno, creo que con esto ya no me van a dar mi carnet de “Cronista rockero del palo”).
Entre todo esto, sonaba “Los invisibles”, quizás el tema más representativo del grupo, con JUANCHO en saxo y EDU en batería destacándose como el motor y sostén fundamental del grupo. Mientras uno libera cada canción desparramándola en solos o marcando el ritmo, el otro la regula, le da vida y paso firme y súper–preciso a un grupo que no para de avanzar. Es en este último tema donde la comunión de la que hablaba se hacía canción y adentro del lugar se encendía y daba calor. Afuera, en la calle, el mismo lazo perduraba en el frío, pero abrazados.
Con alto contenido poético–musical y de fondo, una conducta mantenida con recelo y personalidad, CALLEJEROS se enfrenta cara a cara con el éxito y le dice desafiante: “No somos nadie”. Entre la humildad y la falsa modestia, un buen grupo de rock empieza a ser algo más que un buen grupo de rock.
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