RESEÑAS

Sigue tu camino

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Hay tantas formas de describir un concierto como personas asistan a él. Pero sólo hay una forma de contar el recital de LA PORTUARIA, y ella es desde la pronunciación del deseo, la ensoñación y los aires de súplica. Quien conoce a DIEGO FRENKEL sabe que este muchacho le pone voz, alma y cuerpo a sus canciones. No canta, recita. No baila, danza. No habla, relata. No tiene actitud, es teatrista. Juglaresco. Su sello genera un feedback de abstracta naturaleza que sube y baja del escenario constantemente.

La banda en el escenario tiene mucha energía, pero el público –que nada tiene de disímil- es más bien tranquilo. Opta por reclinarse en su butaca, por el contemple y el balanceo, y por descifrar desde el inconsciente los fraseos de aquel frontman que merece ser delicadamente (o contundentemente) atendido.

El nuevo trabajo de LA PORTUARIA ya había sido presentado en el mismo lugar unos meses antes. Pero el sábado pasado reestrenaron las tablas del teatro y las pisaron más fuerte que nunca. Ya ganaron el Premio Gardel al mejor álbum grupo pop del año. Y lo cierto es que su noveno trabajo, 10.000 km, es abocado al pop, simplemente. Un tanto llano pero cuenta con orquestaciones, percusión, algún condimento de rock y loops de naturaleza electrónica a base de sintetizadores y samplers a cargo de SEBASTIAN SCHACHTEL, coequiper de FRENKEL que también ejecuta teclados y un alegre acordeón.

Así vemos, el material es misceláneo. Quizás no haya un nexo que conecte todos los temas, sin embargo, el disco realza una distintiva personalidad que la corporiza creando creativos climas-imágenes sobre el escenario en las que se asientan las melodías. La verdadera alquimia se hizo protagonista cuando se revisaron aquellas canciones que lo hicieron bailar a uno de adolescente: “En el río”, “Los mejores amigos”, “Devorador de corazones”, “Nena de la lluvia”, entre otras piezas. Y los clásicos también fueron renaciendo: “Nada es igual”, “Perfidia” (más relajado y sensual… inigualable, más íntimo… imposible), Llévame a lo hondo”, “Ruta” y “Selva” -himno portuario que ya no suena con esa pompa que solía hacer hace unos años-.

De todas formas, al sonar “10.000 km”, “Huracán” -el cual incitó al baile entre hombres y mujeres al pie del escenario-, y “Geisha” -será su próximo corte de difusión-, se sabe que LA PORTUARIA creció y que puede darnos mucho más que hits reciclados. Los covers que lograron en formato acústico de THE CURE y de VIRUS cosecharon también muchos aplausos merecidos.

Y como todo cierre merece una conclusión, esta banda ochentosa por excelencia, todavía posee las herramientas para tocar una música sugerente, diáfana, directa y de benéfica frescura. Y en ninguna circunstancia esto es poco. Es una de las bandas que tiene un espacio merecido en el rock de la escena local, ya sea por su original sonido acústico como por su pulsión rockera y festiva. Llevan tatuada una impronta de experiencia acumulada; y por eso aprendimos que los 10.000 km no significan solamente los 10.000 kilómetros geográficos.

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