RESEÑAS
Rock and roll, él

Los primeros en llegar al Estadio Luna Park se quejaban de una nueva lluvia. Imposible olvidar la noche del 23 de octubre pasado (de inminente edición en DVD) cuando el diluvio aportó el tinte épico al regreso de Charly García a los escenarios. Por suerte, el pasado miércoles, en la primera de tres presentaciones (se agregó el 3 de abril), la cita era bajo techo.
Pasadas las 22 horas tras la fina cortina que cubría el escenario se dibujaba en el aire una figura femenina (luego se la vería colgada de un arnés). Los músicos saldrían a la luz luego de descubrirse de las sábanas y de unas corazas de papel de diario en las que estaban envueltos. La puesta en escena, fantasmagórica, se completaba con una suave melodía de fondo.
“Demoliendo hoteles” rompería de excelente manera con la introducción descripta. Le seguirían “Promesas sobre el bidet” y “Cerca de la revolución”, que si bien se puede discutir largo y tendido acerca de si es el mejor tema de Charly, no hay dudas que es el preferido para el vivo.
Desde el comienzo se haría presente la famosa “bola de ruido” que genera la (mala) acústica del Luna Park. Por suerte para los presentes, a medida que se sucedían las canciones, ésta bajaría sus decibeles dejando escuchar lo bien que suena la banda.
García no varió demasiado la lista de temas con respecto a su show en el Estadio de Vélez (“Filosofía barata y zapatos de goma” y “Nuevos trapos” serían algunos de los cambios). El ataque ochentoso se hizo nuevamente presente. “No soy un extraño”, con Charly subido a un banco de hormigón levadizo, y “No te animás a despegar”, con un gran solo de Kiuge Hayashida al que García alentó con un “Viva Chile, carajo”.
El primer sacudón de la noche llegaría con la presencia de León Gieco. Con guitarra en mano y armónica al cuello, como es su costumbre, interpretarían “Los salieris de Charly” y el clásico de Sui Generis, “El Fantasma de Canterville”.
“Vamos a tocar un tema nuevo, es tan nuevo que la letra no me la sé todavía”, bromeó Charly introduciendo la flamante composición, conocida hasta el momento como “La medicina del amor”. Con una fuerte base desde los tambores de la batería, la nueva canción es un rock marca García. El Zorrito Von Quintiero se lució con un solo de teclados simulando el sonido del clásico órgano Hammond, y luego sería el turno para que el Negro García López hiciera lo propio con su Gibson SG.
Siguieron sonando las grandes canciones de los ’80: “No me dejan salir”, “Raros peinados nuevos” y “Pasajera en trance”, con la misma silueta femenina del comienzo, ahora colgada sobre el campo del estadio, moviéndose al ritmo de la perfecta melodía.
El final del show guardaría una sorpresa. Luego del nuevo clásico “Deberías saber por qué” se hizo presente el segundo invitado. “Perro andaluz” sonó con Pedro Aznar en el bajo, mientras algunos de los presentes intentaban comprobar si solamente tiene 5 dedos en las manos. Impactante desde las cuatro cuerdas y armonioso desde su voz, Aznar desempolvó junto a García “Seminare” para retirarse ovacionado. El final, luego de más de dos horas de rock y una treintena de temas, sería con “Rock and roll yo”.
“La línea blanca se terminó” (de la emotiva “Llorando en el espejo”) es el verso que resuena en nuestras cabezas sobre el final de la noche. Aún lento de movimientos, y con algunos saludables kilos de más, la voz de García sigue mejorando desde su recuperación y deseamos que así continúe, pero sobre todo, que la línea blanca no vuelva a cruzarse en sus narices.
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