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Pearl Jam: himnos de mi corazón

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Con la excusa de presentar “Lightning bolt”, Pearl Jam regresó a Argentina para confirmar su condición de local.

Un buen experimento hubiese sido preguntar a cada fanático que ingresaba al estadio cuál fue el mejor show de su vida. Muy probablemente la respuesta hubiese sido el mítico show de Ferro en 2005, o para los más jóvenes que no pudieron asistir, la demoledora presentación en 2011 en este mismo estadio.  Las elecciones no serían para nada un acto de fanatismo ciego ni mucho menos: las mencionadas tres noches fueron absolutamente inolvidables para cualquier presente, por eso quizás la vara se encontraba bastante alta.

El manual del rock indica que la apertura de un show debe ser con un clásico al palo; sin embargo Pearl Jam evadió esta premisa. El comienzo fue en tono intimista con “Pendulum”, de su último disco, seguida de “Low light” y “Elderly woman behind the counter in a small town”, dos temas en clave folk. El primer sacudón recién llegó en “Mind your manners”, para sentirse verdaderamente en aquella odisea guitarrera de la decadencia humana: “Do the evolution”.

El sonido no fue el mejor, sobre todo en el primer tramo. El pulso de Matt Cameron era apenas una sombra perdida en una bola de ruido, solo la guitarra de Mike McCready llegaba más limpia a nuestros oídos (en “Even flow” se luciría en un solo detrás de su espalda, al mejor estilo hendrixiano). La voz de Vedder tampoco pudo apreciarse en toda su magnitud.

El romance con el público argentino es algo innegable. En Santiago de Chile la lista de temas fue de “apenas” veintiocho, contra treinta y cuatro en la noche platense, tan solo un ejemplo de que realmente disfrutan tocar por estar tierras. “Nuestros corazones siempre desean volver aquí, gracias por hacernos sentir tan grandes”, agradeció Eddie antes de continuar con “Lightning bolt”, el tema que da nombre al último disco que, a dos años de su salida, no envejeció tan bien como esperábamos.

La sensación fue la de un show de menor a mayor; promediando la noche el sonido se acomodó un poco y comenzaron a intercalarse algunas de sus grandes composiciones: “Daughter”, “Immortality” (con un solo de McCready que caló hondo en nuestra fibra sensible) y la épica de “Rearviewmirror”.

Vedder presentó “Corduroy” como el tema favorito de Johnny Ramone para continuar con “I belive in miracles”, el cover más propio de la banda. Continuaron “Jeremy” y “Porch” completando un poker de canciones indestructible.

Probablemente a Bono ya no le compremos tanto el discurso humanitario, pero cuando Eddie Vedder (nuestro «vende humo» favorito, seguido por Dave Grohl) se suma a una causa nuestra no podemos hacer otra cosa que aplaudirlo. Mostrando un cartel que rezaba “Ni una menos” arremetieron con “Leaving here”, cover incluido en “Lost dogs”, para cantar a viva voz: “Girls leaving this town ‘cause you don’t treat them right”.

La segunda tanda de bises guardó algunas de las mejores emociones. “Better man” se convirtió en uno de los puntos más altos, “Black” tiñó de desamor un estadio que no pudo evitar rendirse al susurro desesperado del final. “We belong together” canta Vedder siempre a punto de quebrarse, para que luego gritemos con la poca voz que nos queda “I’m still alive”, un verso que en un principio representaba una carga para el cantante, pero que desde aquellas primeras presentaciones en vivo se convirtió en un mantra de sanación.

Desde los privilegiados pegados a la valla hasta el más lejano de los plateístas, el fanatismo envuelve a todo el estadio; del primero al último fluye una emoción que ninguna otra banda puede igualar (al menos a este nivel). Aunque el sonido no haya sido el mejor, un show de Pearl Jam en Argentina es prácticamente una experiencia religiosa, es una misa de redención en donde nuestra alma se regodea entonando estos himnos del corazón.

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Redacción ElAcople.com

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