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Las preguntas de Abril Sosa
El ex Catupecu Machu y ahora nuevamente en Cuentos Borgeanos presentó su disco solista en La Trastienda, el pasado viernes.
Como si fuese un precalentamiento para la llegada de los Killers al reducto de la calle Balcarce, El Acople estuvo el viernes atestiguando la presentación del primer disco solista de Abril Sosa, ex baterista de Catupecu Machu, ex y ahora actual guitarrista de los reencontrados Cuentos Borgeanos. De vuelta de Nueva York, está con muchas cosas entre manos: esposa, hijo en camino, disco, sello y regreso con su banda de amigos. Algunas de estas novedades nos mostró en una noche de marzo, este joven Abril acompañado del tremendo Javier Herrlein en batería, Mariano en guitarras y secuenciador y Lichi en bajo.
Willkommen es el nombre que ha elegido para su sello, con el que va a sacar, según promete, a las bandas que “quiero, amo, adoro, admiro”, y es también el nombre del primer tema de “El piloto ciego”, su primer disco solista. Da comienzo a un show bastante puntual, quizás por la enorme presencia de jovencitas, quizás porque hay doble programa en La Trastienda, pero, decía, da comienzo con una atmósfera medio electrónica, un discurso robotrónico y un arranque bien alto. Más allá de la indumentaria (chequeen las fotos y saquen sus conclusiones), el tema recuerda a algunas cosas de los de Brandon Flowers, quizás en su estilo power pop, en su pretensión épica. Digamos, al menos, que no va a desentonar en ninguno de los festivales de la temporada que se avecina. Esta es una de sus canciones grandes. “¿Cuánto es demasiado, a qué lugar llegar?”, se pregunta Abril. Una de las muchas preguntas de sus temas nuevos. “¿Cuánto hay de mí en todo lo que soy?” comienza la canción siguiente, “Tartine”, y le da un tono interrogativo general al concierto.
Es que, después de “Comenzar”, otro nuevito, y “Marzo” (de los Cuentos Borgeanos), aclara: “me pongo nervioso antes de tocar y hasta el décimo tema no me suelto”. Aunque sea difícil de creer, algo de eso hay. Pero después del épico “Felicidades” parece acomodarse, amigarse con ese público que llena el local y que le aplaude todo. Es cierto que cuando deja a la gente cantar o los “wuuu” de entre temas suenan más a voces de chicas, pero también hay momentos en los que el piso vibra y todo el mundo salta. El de “Felicidades” es uno de esos.
Ya más cómodo, comienza un repaso del resto de los temas de su disco, como “Otra manera” (con otra pregunta interesante: “¿a qué distancia estoy de lo que fui y de lo que no soy?”), el bello “Nuestro”, “Comenzar”, “Frío” y “Contando desde atrás”, en el que bajó a cantar entre el público, o entre las cámaras que le pegaban los asistentes para atestiguar el momento. Y es extraño, pero un momento que parece ser tan natural como ese termina completamente desnaturalizado por la voluntad de ser documentado. Paradójico.
Por otra parte, hizo otro repaso por otra de las cosas que anda haciendo: para mostrar en qué anda con su sello invita a algunos de los que está editando. El primer turno es de Albrío, con quienes toca una baladita a tres guitarras y dos baterías. Apenas si sonaba el encargado de los parches de Albrío al lado de ese monstruo que es Herrlein. Abril también tocaría a dúo en el tema siguiente y la temperatura llegaría muy alto, a pesar de algunas mínimas pifias.
Invitó, seguidamente, a Diego y el Gato, de Cuentos Borgeanos, ambos con nuevos y modernos peinados, a tocar su hitazo “Océano”, con el que, siendo el décimo cuarto tema, mostró que estaba más suelto que nunca. La química entre ellos no parece haber sufrido la separación.
Para el final, amagaron con empezar con una “cumbia, nena” que paró a tiempo pidiendo que no los filmen haciendo eso. Nuevamente el problema de documentar en exceso. Pero no hubo cumbia ninguna, sino un cierre muy lúdico con “El ocaso de mis ídolos”, también de sus Cuentos Borgeanos, en el que pidió que todos se sienten mientras el tema estaba bajo y que, al explotar, se desate un vendaval del descontrol, donde nos besemos, golpeemos, amemos, fracturemos. “Vale todo”. Por las dudas, me alejé de un barbudo que estaba cerca de mí y me acerqué a un grupo de jovencitas entusiastas, pero con muy poco éxito: hubo saltos, gritos, pero nada para mí. Ya me lo podía imaginar, dado que es la primera vez que no siento ni un barandazo canábico en un concierto de rock. Como le gusta a Abril, algo debe estar cambiando.
*Fotos por Fernando Fernández
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