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Vive la Fête: Viva la fiesta

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Los belgas arribaron por primera vez a Buenos Aires para presentar su último disco, «2013» (2013), en un show a puro baile en Niceto Club. Telonearon los platenses The Charlie’s Jacket.

Cuando Johann Strauss compuso “El Danubio azul”, uno de los clásicos vals de todos los tiempos, en 1867, jamás podría haber imaginado que serviría como apertura de un show de música electrónica en el siglo XXI. El dúo de synth-pop y electroclash comandado por Danny Mommens y Els Pynoo, marido y mujer, se subió a las tablas de Niceto desprendiendo una energía envidiable desde el inicio de la velada. Entre un cálido recibimiento y el final de la pieza de música clásica, el show comenzó.

Las condiciones eran desfavorables: era lunes y llovía. Sin embargo, poco le importó este pronóstico anti festivo a la banda oriunda de Bélgica. Si bien la excusa era presentar su última placa, los Vive la Fête revisitaron gran parte de su trayectoria, desde «Attaque surprise» (2000), pasando por «Grand Prix» (2005) y «Jour de chance» (2007) hasta «2013» (2013).

El público, perteneciente a ese nicho rave en específico, recibió todos los tracks con una euforia contagiosa. Durante la primera mitad, los belgas mostraron su cara más electrónica, cargada de canciones bailables como “Exactement”, “Maquillage” y “Nuit Blance”. De a poco, comenzó a vislumbrarse su característico estilo chanson, donde maridan el synth-pop y las bases del kraut. Se destacaron “La Vérité” y “Noir Désir”, entre otras.

Pynoo, con su pelo al viento, hizo las de frontwomen y se calzó la banda al hombro. Siempre atenta a su entorno, bailó, cantó y gritó ininterrumpidamente. Por otro lado, Mommens agradeció en varias ocasiones con un erróneo “obrigado”. Teniendo en cuenta que durante el último show de Muse, la semana pasada, el cantante Matt Bellamy peló una bandera uruguaya, no llamó la atención que no tocarán su único cover en español, “Porque te vas”, de Jeanette. Digamos que puede pasar, que es solo un desliz que se produce en el trajín de estas giras sudamericanas.

Obviando este pequeño detalle, lo importante fue lo calibrados y aceitados que estaban como banda. Finalizaban cada canción sincronizados, dejando de tocar sus instrumentos al mismo tiempo. Ella avisó que iban a tocar la última, y no mintió. Sin bises, los belgas se despidieron de Buenos Aires entre aplausos. Si Johann Strauss jamás podría haber imaginado que su vals serviría como apertura de un show de música electrónica, mucho menos imaginaría que también lo iba a cerrar.

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