SHOWS
Vida modelo

Rodrigo Martín y Francisco Bochatón tienen en común cierta disfuncionalidad. Cuenta la leyenda que mientras más caótico el show, más histórico es. He visto shows desastrosos y shows geniales de ambos y ambas experiencias tienen un magnetismo único. Ambos ya dejaron de luchar por conseguir un éxito que siempre les fue esquivo, por lo menos masivamente.
Ya ha pasado un buen tiempo desde que Francisco no saca un disco. Más concentrado en la vuelta de Peligrosos Gorriones, ha puesto su carrera solista un poco en el freezer, pero siempre es bueno volver a escuchar esas canciones. Pero todo depende de Bochatón, también: en formato trío, con visible mal humor y empecinado en destruir sus canciones. Composiciones muy melódicas como “22:33”, “Pinamar” o “Sábado” se transforman cuando el Bocha les inyecta una sobredosis de electricidad y cambia las melodías originales; temas que en otro mundo serían hits radiales sin ninguna duda.
Tal vez todavía está puesto con cierto espíritu gorrión ya que la canción que mejor sale es una de de su vieja banda -“Siempre Acampa”– con Guille Coda de invitado. Después de “Te Amo” la banda se va y queda solo el cantante entonando la mitad de “Pastillas celestes” antes de retirarse espontáneamente al grito de “Me aburrí. Chau”.
Mientras Martes Menta, Avant Press y Tía Newton no existen más, Babasonicos, El Otro Yo y Massacre mutaron a otra cosa y el regreso de Peligrosos Gorriones es medio inestable, Juana la loca es la única que todavía mantiene ese espíritu que claramente su público busca. Y las canciones, hayan sido hits radiales o no, se cantan todas por igual. Tal vez ahí está la magia para su público: es una banda conocida, con una buena cantidad de hits, pero sigue siendo su secreto.
Juana es un eterno sobreviviente de la escena nacional. Como luego diría Rodrigo Martín: ser de Racing y que te guste Juana (o en su lugar, liderar la banda) tiene sentido. Supieron tener picos muy altos y también muy bajos; gloria en los 90 para luego caer. Y cuando todos los daban por muertos, resurgen con discos como “Belleza” y “Casablanca”, llenos de hits que los devuelve a las radios mainstream. Y luego de eso vendría otro pozo. “Pastillas para el dolor” es el nuevo viejo disco de banda en mucho, mucho tiempo. Nuevo porque recién ahora puede salir, viejo porque hace por lo menos cinco años que debería haberlo editado, por lo que la ocasión era especial.
Todo lo que pienses de Juana la loca, es lo contrario: gente mosheando, revoleando cerveza y agitando con canciones a lo Almafuerte. De hecho, Rodrigo tiene esa cosa de Iorio de interpretar las canciones con sus manos. Todo es improbable, tanto que al quinto tema la banda se va durante 15 minutos y nadie sabe por qué. Tanto que en el supuesto show presentación del disco solo suenan un par canciones del mismo, aunque el mismo cantante declare lo mucho que le gusta que haya canciones nuevas.
Sé que el concepto de “nuestros fans son muy fieles” es un cliché, pero después del Indio Solari, no conozco otra banda que genere tanta devoción entre sus fanáticos. Hayas visto un show de Juanahace 20, 10 ó 5 años, las caras son las mismas. Y aunque la formación haya cambiado cientos de veces, al mismo tiempo es la misma. La comunión es la misma.
Viejas composiciones como “Invisible” y “Superman” se mezclan con hits como la dupla “Sábado a la noche” o “Viernes a la noche” (con Rudy Martínez de invitado) y nadie se pelea por ver quién es más fan y si no sabe alguna letra. Todos disfrutan todo por igual. Pero hay un cariño especial por las más viejas. Por eso el final es a todo trapo con “Autoejecución”, tal vez la primera canción de Juana para muchos y que todavía suena como el primer día.
Tal vez su tema más representativo sea “Vida modelo”; un manifesto de banda y público que todavía lucha por mantener cierto camino. Para todos ellos, es su decisión, quizás lo mejor llegó. Quizás lo mejor es hoy. Quizás es hora de una nueva reencarnación de Juana la loca.
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