RESEÑAS
Viaje al interior de los sentidos

Se abre el telón y la banda, formada en abanico, espera la orden de su director. GUSTAVO marca el tiempo y DJ ZUKER (responsable de los scratchs, loops y demás pistas) arranca con el remix de “Tu cicatriz en mi”.
CERATI, de impecable traje negro y camisa roja, descarga su collage de riffs con potencia adrenalínica.
Enseguida, hipnotiza al público con su “Amor amarillo”, en el que la enorme pantalla de fondo –con imágenes teletubbinescas- y el notable juego de luces (durante todo el show) cumplen a la perfección su rol de contexto.
El teatro se anega de baile, rock y evoluciones sonoras cuando, uno tras otro, llegan “No te creo” y “Artefacto”.
Interrumpe el comienzo de “Cosas imposibles” con un “desafinado no se puede”, y mientras le solucionan el problemita, arranca la primera tanda de suspiros: “Que tal preciosos?”.
Sin conocer la calma del fondo del mar, bien puede uno adentrarse en él mediante la versión super intimista de “Lisa”. Sosiego que sólo se dispersa en el maremoto que inicia la big band al final del tema.
Bocanada
Romántico, repleto de clichés, en plan dandy y con cigarrillo en mano, descarga la tremenda “Camouflage”, en el que los fragmentos rítmicos la dejan al borde del abismo del acid jazz –notable FLAVIUS en su rol de trompetista-, y donde más de una entrepierna femenina se habrá humedecido…
Muta la tónica electrónica de “Perdonar es divino”, “Raíz” y “Río Babel” por tonificadoras distorsiones y velocidades encadenadas que llevan al público a saltar y bailar casi sin despeinarse. Cada uno en su lugar.
Disco eterna
La performance disco dance de “+ bien” transforma los sentidos en ácidas debilidades, que inundan los poros del Gran Rex hasta desbordarlos de sudor y euforia, convirtiéndolo en un simil “Pachá”.
“Tomate una pastilla Gustavo!!!, grita un enardecido fan, mientras CERATI opera las perillas con maestría sabia de DJ, con la complicidad de luces y proyecciones que erizan la visión.
Queda todo listo entonces para la tanda de remixes de “Altar”, a cargo de BAD BOY ORANGE –cultor del drum’n’bass- con sus 170 BPM para arriba, y de “Karaoke”, en manos, teclados y perillas de CAPRI, quien con su vocoder intenta ser el alter “eco” de CERATI.
”Se viene el uhhhh!!!”
Sonidos guturales y arpegios “sodísticos” incendian el escenario. El calor se percibe en el cuerpo, abrasador. GUSTAVO se siente “Vivo” y lo demuestra.
Las imágenes retro comienzan con una versión casi de misa de “En remolinos” –con un notable mix de las últimas líneas de “Fantasma”-, que introduce al público en la primera dosis de SODA de la noche. El olé olé olé olé, Sodaaa Sodaaa retumba en cada rincón del Gran Rex.
“Me encantan los domingos, ideales para pasear. ¿Te llevo mami?”, indaga CERATI a modo de introducción a “Te llevo para que me lleves”, tema en el que LOLO GASPARINI demuestra sus incuestionables condiciones como corista. Chicas y chicos sub-30 responden abandonando sus confortables butacas y bailando frenéticamente hasta el último acorde.
El vaso (y el corazón) se llena definitivamente de SODA con las impecables versiones ‘03 de “Danza Rota” –muy cercana a la de “Nada Personal” (1986)– y “Sobredosis de TV”, en la que los platos suenan exactamente igual a la original!!!. Los estribillos quedan en manos de la gente, que no desaprovecha la oportunidad y canta con devoción.
Una DEBORAH DE CORRAL hiperquinética y remixada surca el escenario como si fuera su “Casa”, contrastando notablemente sus cuerdas vocales con las de CERATI.
Gracias por venir
“Puente” devuelve el primer bis. El público toma nota del hecho y desgarra el estribillo hasta la histeria, abriendo una nueva “Cicatriz” en el ya emocionado corazón del ex SODA.
Abre el arcón de los recuerdos y, “sin problemas capilares” (alto jopo), RICHARD COLEMAN forma parte del momento tal vez más emocionante de la velada. A dos voces, regalan casi una década de rock –la del ’80- en las estrofas de “Un millón de años luz”, cerrando así una estupenda noche.
El manejo escénico y el notable buen gusto de GUSTAVO CERATI a la hora de componer, la voz de LOLO GASPARINI –bellísimas ambas-, las secuencias y teclados a cargo de LEANDRO FRESCO y FLAVIO ETCHETO -también en trompeta y guitarra- y la arrolladora base que conforman el bajo de FERNANDO NALE y la batería de PEDRO MOSCUZZA, constituyen el TODO. Y dentro del TODO, nada está librado al azar.
Desde la escenografía hasta las luces. Desde los arreglos hasta los movimientos.
Es imperativo afirmar que el TODO es igual a la suma de todas las partes.
1 Comentario
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión