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Vamos por todo

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El cambio que Mario Pergolini le hizo a la fachada de su nueva segunda casa quedó muy bien: ahora, arriba de las puertas del Teatro Vorterix, hay una cartelera electrónica que anuncia la grilla del lugar y unas pantallas gigantes con afiches de los artistas que se presentarán y, por supuesto, publicidad. Por cierto, el sábado tuvo lugar uno de los números promocionados por la marquesina: La Franela estrenando “Hacer un puente”, su último disco.

Probablemente, este haya sido uno de los recitales con mayor convocatoria de la banda, que desde sus inicios concentró sus presentaciones en La Trastienda; minutos antes de que comience la acción, no se advertían claros en el sitio mientras comenzaba la pelea y confusión entre una parte del público que cantaba por Los Piojos y otra que respondía, enojada, como corrigiendo, por La Franela. Unadiscusión que se mantendría presente durante toda la noche y de la que participaría el propio Piti Fernández.

El show comenzó haciendo honor a lo de presentar el nuevo álbum: sin pausa, el grupo hizo casi una decena de canciones de Hacer un puente, como la que le da nombre y “Lo nuevo”,“Price for freedom”, “Corre” y “Sirena”. Después de ese primer tramo, llegarían temas del disco debut del conjunto, Después de ver: “Llega el tren”, “Pasarás” y “Calor y dolor”. No está de más referir que tanto el álbum estrenado como su predecesor son muy buenos; lo suficiente como para que, a diferencia de tiempos pasados, la primera canción de Los Piojos aparezca luego de la mitad del recital.

“Entrando en tu ciudad” fue, precisamente, el primero de los temas de la antigua banda de Piti en escucharse; cuando terminó la misma, se reavivó la pelea en el público entre los que cantan por Los Piojos y los que lo hacen, más fuerte, por La Franela; entre estos segundos estaba el hijo del cantante, el pequeño Antonio, que estuvo todo el show en el medio del pogo. Su papá, por su lado, simplemente preguntó a la gente: “¿Qué parte no se entendió?”. Y ahí quedó la cuestión, hasta las próximas canciones piojosas.

“Nos informan que acaba de llegar un invitado, ¿nos esperan cinco minutos?”, pidió la voz del conjunto. Efectivamente, cinco minutos después reaparecieron los músicos con su colega Manu Quieto de Mancha de Rolando, al que introdujeron como “un enamorado de algunas de nuestras canciones”. El cantante pelilargo, por su parte, tomó el centro del escenario y cantó (sin equivocarse la letra, sin ayuda memoria) su tema preferido de La Franela, que es una de las mejores canciones de la banda: “Todos los vientos”. Por cierto, este tema tiene un video a su altura; Piti, el sábado, aprovechó la proyección del clip de “Hacer un puente” en las pantallas a sus espaldas para preguntar: “¿Venimos bien con los videos, no?”. Y sí, así es: se nota una dedicación especial en ese aspecto y, hasta ahora, los resultados acompañan el trabajo.

Hacia el final surgió otro invitado más: Sebastián “Roger” Cardero, ex baterista de Los Piojos, que compartió percusión con otro compañero de otrora, “Changuito” Farías Gómez. Con él, llegaron las últimas canciones piojosas y de la noche: “Vine hasta aquí” y “Al desierto”. Obviamente, también vendrían los últimos gritos cruzados por una y otra banda; entonces, Piti tomaría una postura más armoniosa frente al micrófono, diciendo que a fin de cuentas todo es parte de una gran familia. “Lo que me mata”, el primer corte que supo lanzar el grupo, cerró la noche; los músicos se abrazaron en hilera e inclinándose ante la ovación de la gente, cual despedida teatral, dejaron el escenario.

Previamente al show, en una entrevista, Piti dijo que él que ya fue parte de un conjunto que llegó a la masividad advierte que en La Franela pasan cosas que le permiten pensar que sucederá lo mismo. La propuesta, que incluye más de una voz, vientos, teclados, percusión, y las canciones, que abarcan un abanico de varias caras, y la energía y la actitud en vivo necesarias están ahí. También, se ve, sobra confianza. Será cuestión nomás de esperar la palabra del tiempo, que implacablemente ubica cada cosa en ese lugar que el destino, misterioso y arbitrario, decide.

Redacción ElAcople.com

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