RESEÑAS
Una cosa de locos

Un degenerado entra con cresta y tachas, corre la cortina que separa la entrada del tugurio y se mezcla entre la gente. Hay un tipo que aúlla canciones viejas, cucarachas y golpe bajo; salta una escalera, se arrodilla, gime, corre y susurra cositas al guitarrista; el recital comenzó y los alienados empiezan a maltratarse en pogo.
Dos patovicas anti paranoia (o paranoia pura) se sientan a ambos lados del palco que baja del escenario: es ahí donde tendrán lugar las batallas entre la gente y la seguridad, entre el amor y el odio de la banda y el público, unos 250 alienados.
Es imposible distinguir un tiempo, una hora, un minuto, un orden en el centro de esta vorágine de patadas y trompadas cuando el anuncio del recital dice sábado y ya se está a domingo. Preguntar por la lista de temas es preguntar por la cabeza de ANTEOJO, guitarrista de la banda, que tira dos acordes y arranca sin el típico “1, 2, 3, va” del punk fácil.
LOQUERO sufre mientras piensa y en un momento parece que alguien nombra a ENRIQUE SIMS, pero es nomás una alucinación auditiva, producto de pensar en el BUCKOWSKY argento.
Todo empieza a ser tan confuso en este loquero. Los alienados y alienadas del público gritan “¿y nosotros?”, y se lamentan con CHARY (cantante) de aquellos que “están perdidos en la Bond, están soñando con llegar a ser los dueños del stock y el nuevo rico ¿cómo va?” en “Frío”.
Enredada en golpes y moretones, la gente responde a la ciclotimia de la banda y exige. “¿Qué temas quieren que toquemos?”, pregunta una voz y el griterío se vuelve ensordecedor. Al final se escucha FLEMA, o algo muy FLEMA o el alma de RICKY (el rolinga más punk de todos) en “Nadie”, último track del novísimo disco de la banda, Black
La banda electrocuta al público con shocks de alto voltaje, tratando de mantenerlo a raya. “Vicky vomitó” (“no es mi culpa, es la sociedad, me dijo”), “Muchachos” y “Eutanasia”, son intentos esporádicos para aplacar a los desquiciados que están abajo.
Un hiperactivo muchacho pelea constantemente con la gente de seguridad (uno de ellos un punkie enorme con cara de pocos amigos) para llegar a cantar, pero es arrojado desde lo alto y llueve gente sobre gente. Loco, loco. Una histérica trata de subir al escenario todo el tiempo. Quiere comerse a CHARY cuando éste se acerca, pide “Chocolate” y la banda la tranquiliza por un rato, cuando empieza un desafinado “ya sé, donde quedé yo, olvidado entre tus cartas…”, shock insulínico contra la histeria que solo logra activar la violencia de maniáticos que abajo se golpean unos a otros pensando que bailan.
La banda desencadena emociones, hace cosas en la cabeza del público, que canta más de lo esperable, casi autista a veces.
De golpe, ANTEOJO se sienta y todo cae en un pozo maníaco depresivo. Guitarrista y cantante elaboran/improvisan un pequeño mix melancólico con algunas canciones viejas como “Quisiera” (que nunca tocan en vivo), “Espabilé” (algo sobre la marihuana) y “Desde aquí” (otro guiño al muerto Flema).
En “Isla” se corta una cuerda y el reproche de CHARY a su violero se hace escuchar: “hasta ellos lo saben”.
Los locos cantan contentos: “Sin tu amor yo no hago esto, ni ninguna otra cosa…”. Ah, dulce depresión melosa y marplatense en una noche tan gris de otoño.
Sin vueltas, sin orden y sin más, se escuchan advertencias del cantante sobre el dolor de Cromañón: “Si hubiera estado yo, eso no hubiera pasado”, ironía de un adicto recuperado a piñas que no tarda en empezar a cantar de vuelta mientras patea un caño en la parte trasera del escenario.
Hay veces que se desatan reacciones extrañas en momentos cualquiera, y ya todo se vuelve tan difuso con las trompadas y los manotazos que el público frenético es una masa de pizza, un pulpo con rastas, los tres mosqueteros y esos amigos que caen buscando monedas, tal como se escucha en “Belleza”. De a poco, la razón desaparece y describir el final se hace difícil.
Alucinaciones de fantasmas para terminar: “Ghost in the FORA”, recordando a “Bulubú llegando” (anarquista militante de la Federación Obrera muerto hace tiempo ya) y de nuevo a RICKY, en un tercer guiño cariñoso, con un bis flemero a todo trapo que termina en un “chau, adiós”.
Al terminar el recital, el lugar vacío mostró a algunos de los integrantes de la banda corriendo hacia algún lado en el éter, casi volando, mientras el público, extasiado se iba comentando “Papi” o “Épico”, algunos de los temas de ”Black” que la banda ha presentado esta noche. Todos contentos, relajados y moretoneados se van los locos hacia distintos destinos, curados o con una buena dosis de tranquilizantes.
Con la energía que siempre los caracterizó, un sonido poco convencional y un puñado de canciones más que interesantes, LOQUERO llegó del interior y desestabilizó la razón de su público nuevamente. Bien por ellos.
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