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Un Dios en el Rex

Posiblemente aquel pelilargo que en la década de los ´70 lideraba una pequeña banda norteamericana llamada ELF, no haya cambiado tanto. Hoy en día, tras una fructífera carrera, sigue llenando de metal a los fanáticos más acérrimos y clásicos que contemplan este estilo.
Se trata, nada más ni nada menos que del señor RONALD JAMES PADOVANA o, como se lo conoce realmente en todo el mundo, RONNIE JAMES DIO (Dios en italiano).
Dio se hizo conocido a fines de los años setenta como vocalista de la tan aclamada agrupación RAINBOW. Posteriormente edificó una carrera sólida como solista editando álbumes imprescindibles en la historia del heavy metal. Hasta se dio el lujo de que Black Sabbath lo llamara para que se sumara a sus filas.
Esta gloria de la música pesada se presentó en Buenos Aires el sábado 31 de marzo como parte de su gira mundial ante un teatro Gran Rex colmado de gente en su totalidad. La ocasión que lo trajo nuevamente por nuestro país (el año pasado había venido como invitado con Deep Purple) fue la edición de su nuevo trabajo en solitario bautizado con el nombre de Magica.
El show comenzó, como pocas veces ocurre, en un horario decente, apenas diez minutos pasadas de las 22 y con un público totalmente enfurecido en el momento en que se apagaron las luces que daban comienzo al espectáculo. Entonces el pequeño hombrecito salió al escenario con una amplia sonrisa que hacía pensar que esa noche todos nos iríamos a nuestras casas con una satisfacción desorbitante.
Muy predispuesto, Dio comenzó tocando las palmas de las manos de los afortunados fans de la primera fila, y abrió el recital con temas de su última producción. Obviamente metiendo entremedio de las canciones nuevas, algún clásico de los gloriosos primeros discos Holy Diver y Last in Line.
Sonaron entonces Invisible, Magica y Don´t Talk to Strangers, entre varios otros, con un sonido impecable y con una furia y una potencia que rompían tímpanos.
Los primeros temas estuvieron realmente muy lindos, con un Dio a pleno en la vocalización y llegando a las notas más agudas sin que se le caiga una gota de transpiración. Pero lo que la gran mayoría estaba esperando llegó de la mitad del show hacia el final, que era precisamente el resto de los temas viejos y clásicos (y los más importantes).
A partir de la estupenda ejecución de Holy Diver el público se mantuvo todo el tiempo de pie y las butacas dejaron de existir para que también algunos comenzaran a saltar (ojo, no en las butacas, éstas quedaron en impecable estado).
Mientras, el enano repartía sonrisas por doquier y daba la mano a cuanto fan se le cruzara al compás de gloriosos temas como Rainbow in the Dark y Last in Line. En uno de los momentos más calientes de la noche un fanático habilidoso esperó a que los de Seguridad se dieran la vuelta para dar un salto al escenario, abrazar a Ronnie y festejar luego su logro con los brazos en alto.
Lamentablemente la siguiente escena que tuvimos que ver fue a los Seguridad zamarreando a este chico violentamente como si de un criminal se tratara, hasta el punto en que el propio Dio les tuvo que decir que lo dejaran tranquilo. La sorpresa de la noche, aunque quizás todos también la esperaban, fue la inclusión de The man on the Silver Mountain en el repertorio, una canción de las más celebradas durante la etapa en que el cantante pasó por RAINBOW.
El final llegó con un bis, el tema con que cierra todo los shows y es infaltable e imprescindible para que el público se vaya a sus casas de buen ánimo y con fuego en el corazón: We Rock. Y como decía la publicidad que anunciaba su visita en nuestro país, No es Dios, pero le falta muy poco.
Augusto Erbin. De la Redacción de EL ACOPLE
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