RESEÑAS

Tiempo de celebrar

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Siempre pensé que después de Estados Unidos, Argentina debe ser el país más creedencero del mundo. Si el tiempo y la historia hubiesen sido diferentes, no es imposible imaginar a Fogerty o a Creedence como unos Ramones para gente un poco mayor. Siempre tuve la certeza que si la banda original volvía era candidata para un Vélez o un River.

Pero nada de eso pasó; Fogerty siguió su camino y los otros músicos se dedicaron a recrear su pasado, viniendo en repetidas oportunidades y llenando todo lugar donde tocaran. Pero faltaba la cabeza, el creador, la mente brillante.

El tipo es un anfitrión; es su fiesta y quiere que la gente la pase más que bien. Parece estar enchufado a 220 todo el tiempo. Tiene un estado impecable, pareciera tener 25 años menos. Tiene todos los pelos, está flaco, con la voz impecable y corre como un Bruce Dickinson sureño. Un tipo que disfruta estar arriba del escenario; se nota. Todavía toca con emoción las canciones que le gustaban hace 40 años.

El show no es excusa por la presentación de nada. El repertorio está compuesto casi exclusivamente de canciones de Creedence; más cerca de las originales, actualizadas, reversionadas. Tiene la banda que necesita: músicos jóvenes, que sepan lo que se está tocando, que tengan claro que el que se luce es Fogerty y que están para llevar las canciones, aportando la energía que Fogerty necesite. El indicado para esto es el baterista Kenny Aronoff, un tipo que podría estar tocando en Motorhead o Kreator, pero no: decidió dar sus golpes al servicio de artistas americanos como Fogerty o John Mellencamp. Hay algunos momentos donde eclipsa a la estrella. Y contagia a la banda en los momentos de mayor intensidad: I Heard it through the grapevine o Travellin Band. Casi heavy metal por momentos. Mientras, John se le anima a los gritos sin fallas y a solear con su guitarra a diestra y siniestra. De escuela Van Halen por momentos. ¿Quién se imaginaba a Fogerty haciendo tapping?

El resto de los músicos, más que aprobados. Vieja escuela: teclados, Hammond, muchas guitarras (llegan a ser 5 al frente por momentos) y muchos cambios de guitarras. Rockeando a la Crazy horse.

John parece ser un tipo muy sencillo, fácil de conmover. Lo hace con su público. Le regala púas a los niños, lee los carteles que llevan las personas. Durante el show del viernes conoció a un chico que había vendido su guitarra para poder comprar las entradas. Para Fogerty era inconcebible así que le regaló su Rickenbaker, que debe salir apenas 5000 ó 6000 dólares. Ah, también se la firmó, pequeño detalle.

Cuando el show está basado en las canciones de su ex banda, uno se pregunta: ¿por qué no vuelve con ellos? Bueno, básicamente porque no los necesita. Ahora puede tener la mejor banda del mundo si quiere. Toca las canciones como él quiere y da un mejor show que sus ex compañeros. La gira se debería llamar Sé que existen los otros, pero así es como se hace.

Muchos de los que estuvieron durante las dos noches empezaron a los 15 tocando sus primeras canciones al ritmo de Creedence. El tiempo pasó y ahora son sus hijos y nietos los que lo hacen. La música no tiene edad. Algunos vínculos son muy fuertes. ¿Qué mejor que celebrarlo de esta forma?

azafatodegira.com

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