PELÍCULAS
The Wind Rises: flotando en el viento
Hayao Miyazaki se despide este jueves de la pantalla grande en la cartelera porteña. El poeta japonés creador de “El viaje de Chihiro” nos cuenta esta vez la historia de Jiro, el niño miope que sueña que algún día podrá volar.
Miyazaki le dice adiós al cine, después de un historial sorprendente que contabiliza un total de cero decepciones. Para quienes nacieron en la década del 80´, no les será difícil recordar la serie animada “Heidi”, que daban a la hora de merienda en uno de los canales de TV local, de la que fue co-creador. Era una de las primeras animaciones japonesas que llegaban al país, que después llenarían la grilla con los dibujos que parecían moverse en cámara lenta.
Hoy, con opciones variopintas de animé y cómics que mutan en la pantalla grande y nuevas técnicas de digitalización de los dibujos, Miyazaki pudo hacer lo que nadie consiguió antes: hacerle frente al gigante Disney que monopolizaba la atención coloreada y, muñido de su masterpiece “El viaje de Chihiro”, se alzó con un Oscar a la Mejor Película animada en 2002, venciendo ante alguna de las favoritas de la terna (“Lilo y Stich” y “La era del hielo”). Y, ese mismo año, se alzó con el Oso de Oro en el Festival de Berlín, convirtiéndose en la primera y única película animada en conseguirlo.
El autor de obras maestras como “La princesa Monokoke”, “Porko Rosso” y “El castillo ambulante”, inspirado en un poema del francés Paul Valéry (“El viento se levanta, debe tratarse de vivir”), deja vacío el detrás de cámara y nos regala su último haiku dorado: “The Wind Rises” (en japonés “Kaze Tachinu”; en castellano “Se levanta el viento”).
Es difícil, ocasionalmente, distanciarse del cine que retrata humanos, que utiliza actores y modela situaciones en espacio y tiempo real, cuando lo que se mira es dibujado en una película animada. En el caso de “The wind rises”, como en toda la obra de Miyazaki, el formato y los colores son parte de una belleza ineludible, que constituyen la composición de lo que pareciera haberse concebido como un cuadro que confirma que el todo sí es más que la suma de las partes.
Cada detalle, cada color, cada movimiento, cada palabra, cada sensación despertada en el espectador contribuyen a que la historia de Jiro, el joven que sueña que puede volar, nos suene real. Admirador de Giovanni Caproni, un ingeniero aeronáutico italiano con quien conversa en sueños, desde niño cultivará la pasión por las alas que intentará desplieguen vuelo y hagan caso omiso a la miopía que amenaza con estrellar su sueño. Ni la guerra que azota su tierra, ni la pobreza ni el hambre que sobrevuelan su pueblo, harán que se desplome su objetivo. Se elevará por encima de ellos con la hermosa Naoko, de quien se ha enamorado y, enlistado en una empresa de ingeniería aeronáutica que le permitirá acaso volar más allá de las horas de ensueño, se dejará llevar por el viento.
El mensaje que no puede leerse en la película es que Jiro existió más allá de las fronteras del cine, y fue uno de los principales responsables de la creación de los aviones bombarderos Mitsubishi utilizados en Pearl Harbor. Tal vez Miyazaki buscó, desde la concepción de “The Wind Rises”, reconciliar el alma en pena de Jiro Horikoshi, que en su diario describía su oposición a los horrores de la guerra.
Aunque nunca sabremos si la película es una bella expresión de la culpa y el infierno personal del héroe de Miyazaki, que no encontró eco en la realidad, siempre nos quedará el placer de sus postales románticas, su idealismo en colores y la certeza de que la duda desaparecerá, como todo en la vida y, en palabras de Kansas, “como polvo en el viento”.
Ficha técnica:
“Kaze tachinu” (Japón, 2013)
Dirección: Hayao Miyazaki
Guión: Hayao Miyazaki
Duración: 126 minutos
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