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The Flying Eyes: fiebre psicodélica

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En el marco de su primera gira sudamericana, la banda norteamericana arribó a Buenos Aires para demostrar por qué es una de las revelaciones del país del norte. La presentación tuvo lugar el martes 3, junto a los locales Güacho y Buffalo, en Uniclub.

Ante el tímido acercamiento del público, los Güacho salieron a escena demoliendo todo a su paso. La prueba fehaciente: “El hambre y la sed”. Así abrió el power trío oriundo de La Plata, navegando entre el blues, la psicodelia y el stoner. “Ciervo negro” y “A nadie”, también pertenecientes a “Vol. II (Historias de Viajeros)”, su segundo álbum de estudio, indicaron cuánto están calibrados. Sin muchas palabras ni presentaciones, tocaron “Blus para un planeta rojo”, “Amanecer en la frontera” y, finalmente, “El frío verdadero”.

Los dichos existen por algún motivo. “Una mirada vale más que mil palabras” aplica, por ejemplo, a la alquimia que presentan Torres y los hermanos Castillo. Los Güacho no interactuaron más de diez palabras con los presentes. De hecho, no hablaron mucho entre ellos. Sólo se miraban y ya sabían qué tenían que ejecutar. Impecables.

Si la idea principal era aumentar los decibeles del Uniclub, se logró con creces. También en formato trío, Buffalo prosiguió con el objetivo de agitar las aguas. Alejados un poco del stoner que supo consolidar a Filadoro hace poco más de una década cuando formaba parte de Los Natas, se despacharon con el pasaje hard rock más estrepitoso de la jornada, brindando un arduo repaso por su trayectoria. Los puntos más altos del show llegaron subordinados al bajo punzante de Cyto en primer plano, con “Río arriba” y “La ira”. Buffalo terminó de cementar una atmósfera pesada y tumultuosa.

En unos años, cuando The Flying Eyes termine de despegar en todo el globo, muchos dirán que fueron a Uniclub. La realidad es que para cuando los originarios de Baltimore salieron a escena, el recinto estaba a medio llenar.

El primero que saltó al escenario fue Buffano, que comenzó a tocar la hoja sonora (en USA se le llama “Saw”, ¿suena un tanto más atractivo, verdad?). Luego de un breve momento de cuelgue, Kelly (guitarra y voz principal), Schutzman (batería) y Hewitt (bajo) se pararon frente al público y emocionados, declararon: “Este es nuestro primer show en Sudamérica, muchas gracias por asistir”. La excusa: la presentación de “Lowlands”, su tercer álbum de estudio que aunque ya no es tan nuevo -data desde mediados de 2013- sirvió a la perfección para la ocasión.

Tocaron mayoría de canciones del último álbum, sumando algunos de su repertorio como “Lay With Me” y “Winter”, del debut homónimo, y “Poison The Well”, enarbolada con “1969” de The Stooges y “Nowhere To Run” de su segunda placa, “Done So Wrong” (2011). El cuarteto rozó alturas atronadoras en varios pasajes, especialmente cuando Schutzman y Hewitt sacudían a los presentes marcando los tempos y la guitarra de Buffano se fusionaba en plan adlátere a las cuerdas de Kelly generando, por decantación, un ambiente de ensueño.

Bajo la estirpe psicodélica old school y el blues contemporáneo, The Flying Eyes ofreció un show de bases saturadas, con armonías a diferentes niveles y una destreza grandilocuente para articular y efectuar cada canción.

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