RESEÑAS

STP para todos

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Estadio semi colmado de treintañeros fanáticos del grunge viviendo su semana dorada; Pearl Jam el domingo y Stone Temple Pilots el miércoles. Una austera puesta en escena, con dos pantallas laterales que lanzaban imágenes de los músicos tocando fue todo lo necesario para una noche de rock a volumen alto. “Crackerman” y “Wicked Garden” abrieron una lista que contaría con 16 canciones.

Arriba del escenario, Scott Weiland, quizás una de las mejores voces del rock contemporáneo. Se mueve eclécticamente de un lado al otro con su megáfono, y las cabezas de los presentes siguen enfermizamente su movimiento. Encandila. Pocas palabras, todas de agradecimiento, y nada más y nada menos.

La lista de temas fue bastante similar a la del año pasado: un mezcladito de sus 6 discos de estudio. Eso incluye a los clásicos “Plush” e “Interstate love song”, como también “Between the lines” y “Hickory Dichotomy”, de su último disco homónimo, editado el año pasado. No hubo intervalo ni pausa: una canción tras la otra con solo dos minutos de pausa en el momento del amague siempre simbólico antes de los bises.

Demagogia o no (a quién le importa) Argentina de pronto se convirtió en “el mejor público del mundo” para las visitas internacionales. Esas justamente fueron las primeras palabras de un agradecido Weiland que derivaron en el primer oléoléoléolépaaailotpaailot de la noche.

Aunque metálico, se escuchaba fuerte y a volumen alto en todo el estadio. El campo era uno solo y a los costados había rampas; cuanto más lejos se estaba del escenario, más alto también. Sentido común, que le dicen.

El cierre fue con “Dead & Bloated” -con fan incluida gritando la intro en el megáfono- y “Trippin´on a Hole in a Paper Heart”; saludo al público, griterío y fin del recital. Un casi seguro “hasta pronto”.

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