RESEÑAS
Soy tu fan (covachero)

“¿De quién es el micrófono?, se cuestionaba SALVADOR TIRANTI en una entrevista con EL ACOPLE. ¿Quién hace a un artista? Yo creo que es un ida y vuelta, no hay ni dueños ni autoritarios. Un recital de rock es más que 22 canciones. Es todo un folklore que empieza a las seis de la tarde cuando se encuentra la gente. Luego termina el recital y todo sigue”. Sin lugar a dudas, el público covachero posee sus propias creencias, costumbres y expresiones.
LA COVACHA tocaba en El Teatro de Flores y la ocasión ameritaba un rito especial. Desde las siete y media varios grupos de seguidores se reunieron en la estación Once del ex-Sarmiento. Tres estaciones cantando, mientras las chapas del vagón servían para llevar el ritmo de “Soy covachero”, un himno del público y la banda.
Rivadavia al 7800 empezó a sentir la música. EL MENDIGO, con su grupo propio de seguidores, ya estaba tocando cuando llegó la legión desde Once. Mientras las remeras de LA COVACHA iban aumentando en cantidad, la banda soporte hizo amena la espera antes de que la fiesta empezara.
Pequeña cueva en el corazón
“El blues es lamento; el rocanrol es exceso de lamento convertido en manía, en locura. Por eso es margen, simple, absurdo, no alienado, descentrado siempre, casi guarango, sucio y desprolijo. No apto. Y resistencia, el rocanrol todavía hoy es resistencia […]” (Fragmento del artículo “El espíritu de un tiempo áspero” en homenaje a Pappo, escrito por Gustavo Varela y publicado en el número 126 del suplemento Ñ).
Pero LA COVACHA demostró que también puede ser alegría, emoción y festejo. Fanáticos, seguidores y hasta simples espectadores pudieron sentir que el lugar poseía una energía única y propia: felicidad, rebosante tanto en el escenario como en el público pero sin las diferencias que da la altura sobre los tablones.
El rocanrol es manía y locura. Desde el primer tema con un título que podría tomarse como una advertencia sobre lo que pasaría, “Hoy, en este lugar”, el público cantó y saltó sin importar la hora y el cansancio que acompaña al pasar el tiempo.
El rocanrol es margen y simple, como “Cuando tu no estás”, clásico tema del grupo EL TRI, y también de LA COVACHA por adopción (hasta el punto de ser invitados de la banda mexicana en su paso por Capital Federal a principios de este año). La voz de SALVADOR era familiar pero no igual, la pronunciación exacerbada en ciertas palabras daba un toque especial a cada tema, transformándolos en únicos e irrepetibles. El mix de “Risas Alegres” y “Sacudirán” dejó que las guitarras de SEBASTIAN y JUAN se lucieran, mientras que LICHO tuvo su momento en “A dónde es que voy?”.
El rocanrol es exceso de lamento, pero siempre justificado. “Estamos andando el camino de siempre pero cada vez somos más-aclaró SALVADOR y siguió- dedicado a PAPPO”. Y la armónica en sus manos y el bajo de LICHO hicieron su pequeño homenaje antes que sonara “La venda”. La pantalla en el fondo del escenario proyectaba la sombra de una mano, mientras “Presagio” atrapaba las voces de todos para fundirla con la de SALVADOR, pero luego el coro cesó en el tema siguiente. “`Detrás del cielo´ nos regaló un montón de sorpresas, entre ellas un tema nuevo: `Dónde te irás´”, dijo el cantante. Y todos escucharon.
El rocanrol es absurdo y descentrado siempre. Pero nunca desubicado. Mientras el público cantaba enardecido “El Rey”, como si fuese un tema propio y tradicional, los gritos al estilo de los mariachis desde el escenario no se hicieron esperar y se mezclaron con las guitarras y el bajo. Pero después el centro se corrió hacia el público, exclusivamente. Dos veces los covacheros cantaron su himno, sus versos de afirmación: “soy covachero”, mientras los papeles volaban por el aire y la banda acompañaba mirando y sonriendo.
El rocanrol es no alienado. A pesar del sonido festivo de “Vomitan”, que no impidió que una sensación de frío acompañado por las luces azules cargara el aire, mientras imágenes de la reciente historia argentina pasaban por la pantalla. Mientras la banda descansaba unos minutos, las sillas y el bandoneón de LICHO anunciaban la llegada de “Dale y Dale”, con una pequeña historia intercalada en el medio sobre el orgullo de un padre frente a su hijo en la cancha de fútbol, fuera narrada por SALVADOR.
Pero el rocanrol no siempre es guarango, sucio ni desprolijo, porque sino “White Trash” en las manos de LA COVACHA no hubiese sonado como sonó; porque sino “Ganando nomás” y “Dicen los que saben” (el segundo tema nuevo que dejó que LUCAS y JAVIER acapararan toda la atención en el saxo y la trompeta) no serían las hermosas canciones que son; porque sino el recital no hubiese sido una fiesta.
El rocanrol es resistencia, como bien lo refleja “El sueño no tiene color” y “Desterrados del cielo”, cuando todo el público levantó sus manos por las víctimas de Cromañón. Unos minutos de descanso permitieron que HERNAN se luciera en un solo de batería. Mientras las imágenes de los volantes que forman parte de la historia covachera pasaban por la pantalla, la gente cantaba “Apagó la luz”. El anteúltimo tema de la noche, “Moralidad barata”, tuvo el primer y único invitado de la noche: RICHARD de BARRIOS BAJOS.
“Noche de paz” nunca pareció ser la última canción, pero lo fue. El himno covachero empezó a sonar en todo el lugar y la banda salió a saludar, como los anfitriones que despiden en la puerta a sus invitados. Pero la fiesta siguió en cada grupo que se fue. El final queda en sus manos.
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