RESEÑAS
Sinfonía íntima

Ciertamente hay que darle mucho crédito a PAEZ, no solo por adecuarse a la perfección al marco del recital, sino por no tener temor a una reinvención prácticamente total. Esta serie de exitosos shows (siempre con localidades agotadas) en el teatro porteño resultaron óptimos para un acercamiento, cuantitativo y cualitativo, al público. Como el mejor de los camaleones, la música se adaptó a la perfección a la naturaleza del ND Ateneo, estableciendo un tono sumamente cálido e íntimo.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Solo, desde el centro del escenario con su piano de cola, y luego con su “hermano del alma”, GUILLERMO VADALA, dio inicio a la velada. “Desarma y sangra”, “Vaca profana” (del gran CAETANO VELOZO) y “Bello Abril” fueron las piezas elegidas para revelar el alma, lentamente, mostrando su flor. El público aplaude con sumo fervor, y calla en cuanto la lírica retoma vuelo, no pudiendo evitar rendirse a la frágil pureza de la música.
Luego de introducir calurosamente al “gran maestro del mundo, GERARDO GANDINI”, talentoso conductor y arreglador, se levantó la cortina que reposaba posterior a FITO, presentando una versión acotada de la CAMERATA BARILOCHE. Estos serían los otros grandes responsables de la magia de esa noche. Juntos continuaron con “Carabelas de la nada” (con pasajes tangueros y hermosos colchones de graves por parte de VADALA), “Te aliviará”, y aparentemente una de las favoritas del “maestro”: “Ambar violeta”, para la cual quedó PAEZ solo con la orquesta.
El clima que se iba creando era tan latente como imperceptible. Las texturas y sabores que se desprendían de las teclas de FITO y de las cuerdas de la orquesta parecían construir castillos de cristal, solo habitables por hombres sensibles, como salidos de una fantasía de DOLINA. No hubo mejor manera de confirmar este pensamiento que con los temas que siguieron. Para “Los mareados”, GANDINI se ocupó del piano, dando una verdadera cátedra, fusionando increíblemente el tango (en su faceta menos ortodoxa) con el jazz, entrelazándose a la perfección con PAEZ, quien no cantó el tema, sino que realmente lo vivió. Luego, JOTA MORELLI se incorporó para presentar una increíble “Parte del aire”.
A esos otros próceres…
Como bien anunció al principio, esta también sería una oportunidad para “hacer música de la gente que me formó”. Eso quedó bien claro cuando el músico entonó “Rasguña las piedras”, con todo el público coreando, convirtiendo al teatro en un hermoso fogón urbano. “Flaca” llegó para la sorpresa y el efusivo deleite del público. “Que bueno que lo tenemos a ANDRES de vuelta acá, en el barrio” diría un muy entusiasmado FITO, mientras enganchaba con “11 y 6”, dejando un poco de lado el piano para escuchar el imponente canto desde las butacas. Continuó con “El chico de la tapa”, dándole una vitalidad de R&B al mejor estilo de LEON RUSSELL en su época de oro, advirtiendo eufóricamente que como bien sabemos, “el mundo está lleno de hijos de p#ta”, produciendo un torbellino de aplausos.
Para continuar -acompañado por VADALA- PAEZ se sentó al frente del escenario con la guitarra acústica de los más puros y cristalinos sonidos, para entonar, con la inevitable colaboración del público, “Al lado del camino”. Luego llegaría “Ciudad de pobres corazones”, pero no en su tradicional forma sanguínea y combativa, sino envuelta en bajadas hipnóticas y un canto que se impone, casi sin siquiera buscarlo, dando como resultado una gran, gran versión del tema.
Luego de un guiño a “Come together” de THE BEATLES, entonaría otro pilar del rock nacional, ahora, con la espectacular colaboración de la orquesta. “Muchacha ojos de papel”, sí, ese tema que por más bello que sea fue escuchado hasta el hartazgo, volviéndolo casi intolerable, recibiría un nuevo bautismo. En un principio se volvió inevitable pensar “¿por qué esta canción otra vez? ¿por qué no “Cristálida”, por ejemplo? Eso sí que hubiese sido épico ¿Por qué es siempre este tema? Sí, la gente lo puede cantar, pero ¿a quién le importa eso?”. Pero después, me respondieron. Dios mío, todas las flores para la orquesta, que logró tomar algo genial, y elevarlo a lo sublime. El público, más que agradecido, se deleitaba de paisajes emocionales en cada inocente nota, exaltados aún más por el aliento de FITO, quien durante toda la noche mostró una gran sonrisa en su rostro, producto de una evidente satisfacción por las magníficas melodías que renacieron a lo largo de toda la velada.
Una versión bien movida de “Lo que el viento nunca se llevó” aceleraría el tempo de la alegría, en donde ni siquiera los músicos de la orquesta podían contenerse de mover sus cabezas y palmear. Tanto arriba como abajo del escenario, la alegría era absoluta. No había una sola persona quieta en su butaca. Era indudable el sentimiento de júbilo, gozo y realización por parte de los músicos, que casi sin respiro siguieron con “Tumbas de la gloria”.
Naturaleza arte
Delicados pizzicatos y contratiempos genialmente situados le dieron a “Naturaleza sangre” y a “Mariposa tecknicolor” un espacio de brillante oxigenación, jamás cayendo en la redundancia ni en lo previsible, y siempre demostrando esa furtiva complementariedad que surgió perfectamente entre los músicos de la banda, con FITO a la cabeza, y aquellos de la orquesta, liderados por GANDINI.
Así, cayó el telón.
Minutos más tarde, incentivados por una magnífica melodía del bajo, llegó “Te vi” para cerrar, luego de introducir a los músicos, con “Dar es dar”, como una verdadera celebración. Y como bien diría PAEZ entrelíneas, “dar es encontrar en la música algo casi perfecto que casi nunca encontrás”. Indudablemente, hoy dio.
Sin duda alguna, esta fue una noche de verdadera magia y arte, pero no como algo pomposo y totémico fuera de nuestro alcance, sino como un haz de honestidad y pasión, directamente desde el alma de los músicos hasta el corazón del público. Geniales arreglos de cuerdas, y un notable virtuosismo de FITO y VADALA, envueltos en el intenso calor de la intimidad, dejaron a todos sin quererse ir, ni dejarlos ir.
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