Sinfonía de la perfección

Finalmente, y en su cuarta visita, Symphony X ofreció el concierto que todos sus fans auguraban. El jueves en el Teatro Vorterix se los escuchó poderosos y virtuosos, y se los observó felices y con mucho ánimo. Fue la presentación oficial de su último disco “Iconoclast”, del que sonaron cinco canciones.

Por diferentes circunstancias, la banda estadounidense de metal progresivo había dejado algunos interrogantes en sus visitas anteriores. Después de dos años tenían la posibilidad de despejar todas las dudas acerca de sus performances en directo. Iban dispuesto a ello.

La que nos debían

Arpeghy tuvo que lidiar con un audio apagado, que fue mejorando lentamente. Ellos se esforzaron por salir adelante y en canciones viejas como «Guerrero del sol» tuvieron su rédito. Este grupo de metal clásico y hard rock regaló parte de lo nuevo, tal el caso de «Imposible». Con un gran crecimiento, Helker también sufrió por el sonido, especialmente por las guitarras. Grandes canciones de heavy hard rock como «Redención» y «Resistir» no lograron lucirse. Ni el fabuloso Diego Valdez tuvo su noche soñada.

A pesar de un arranque en falso que generó murmullos, la banda se reacomodó en segundos y largó con “Iconoclast” con un audio brillante. Esos primeros minutos instrumentales sirvieron para que Michael Romeo (guitarra líder) y compañía se aclimaten en escena y empiecen a deslumbrar con su talento. Ya con la presencia de Russell Allen (cantante), los Symphony X tomaron aún más energía provocando una excitación incontenible en sus fanáticos.

Siguieron presentando su último disco “Iconoclast” (2011), con las poderosas y gancheras “The end of innocence” y “Dehumanized”. Si bien las habían adelantado en el show de 2011, estas versiones fueron superiores por la brillantez de los intérpretes y por el conocimiento de los fans. Para mantener esa pasión, retrocedieron muchos años para ejecutar las festejadas «Sea of lies» y «Evolution (The Grand desing)». Los rostros de emoción se multiplicaron en estos clásicos.

Symphony X es un conjunto donde todos los músicos tienen preponderancia, aunque las figuras de Romeo, Allen y Michael Pinnella (teclados) son más visibles. Durante este set, Romeo fue el más destacado mostrando genialidades como en ninguno de los tres shows anteriores. Él tiene bien en claro lo que sus admiradores buscan de su persona, por eso trata de enfocarse hacia esa dirección. Un peldaño más abajo apareció Russell; generó admiración desde lo técnico, y transmitió mucho desde lo emocional.

El histórico baterista Jason Rullo fue diagnosticado con insuficiencia cardíaca en febrero pasado, por eso tuvo que bajarse de la gira (tiene de tres a seis meses de recuperación). En su reemplazo seleccionaron a John Macaluso (Yngwie Malmsteen, TNT, Riot, Ark), que se mostró sólido y talentoso en el puesto, dando la impresión de una estadía mayor. Por su lado, la banda le dedicó a Jason la sentida «When all is lost», que el público acompañó con sus voces.

Para esta gira, el grupo decidió expandir la lista temas, aunque poniendo especial énfasis en los últimos dos discos «Paradise Lost» (2007) e «Iconoclast». De este modo, nuevas como «Children of a faceless of god» se intercalaron con himnos de la talla de «Smoke and mirrors» y «Of sins and shadows». Allen, a sabiendas de lo que representan estos clásicos para los fans, los persuadía aún más para que sus reacciones sean más intensas.

Con poco más de 90 minutos de show, se despidieron con tres consagradas melodías de «Paradise lost»: «Eve of seduction», «Serpent’s kiss» y «Set the world on fire (The lie of lies)». El público los ovacionó en todo momento, haciendo hincapié en Allen y Romeo. Ya los están esperando nuevemente.

Symphony X representa el virtuosismo y la energía en porciones iguales. Cuando en vivo logran transmitir ambas cualidades a la perfección da por resultado un concierto de semejante envergadura. Finalmente pudieron calmar cualquier objeción, y ya para su próxima visita sólo se esperarán elogios.

*Fotos por Fabiana Solano

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