SHOWS
Sin aliento

Los californianos ya habían pasado por el país en mayo de 1993 en Obras junto a Motörhead, en noviembre de 1998 en Cemento, en noviembre de 2007 en el Teatro Flores y en octubre de 2009 en The End en compañía de Kreator. De este modo, estaban a punto de subir por quinta vez a un escenario porteño con la excusa de presentar las melodías de su último disco “Exhibit B: The Human Condition”, de 2010.
Puro machaque
Tungsteno, la promesa del trash metal local, mostró con un poderoso set el por qué de los buenos augurios. Mastifal, con la contundencia y la brutalidad que los caracteriza, dejaron el escenario caliente para lo que vendría. “Tiempos violentos”, “Necrópolis” y “Más allá de la razón”, los tres temas finales que generaron un gran agite en los asistentes. La fecha la abrió la gente de Proagression.
Con un público encendido desde el inicio, Exodus comenzó su descarga con las melodías que abren su último CD: “The ballad of Leonard and Charles” y “Beyond the pale. Solo durante la canción inaugural, el sonido no fue lo asesino que sí sería luego ya que les costó algunos minutos perfeccionar la maquinaria trasher.
Ya con todas las perillas en su lugar, el genial guitarrista Gary Holt (único miembro que permaneció en todas las formaciones) deslumbró con su técnica intrincada y matadora. A partir de él y de Lee Altus surgían esos riffs aplanadores que enloquecían a unos espectadores totalmente exaltados.
Que la banda le haya dado mucho protagonismo a su disco emblemático “Bonded by blood”, también ayudó a mantener ese clima. Con “And then there were none”, “Piranha” y “A lesson in violence” todos querían forman parte de las rondas, por eso el pogo era tan grande e infernal.
El cantante Rob Dukes, que está en el grupo desde 2005, es rechazado por los viejos fans porque no les gusta su actitud. Sin embargo, durante el show del sábado mostró una personalidad y un manejo del escenario que lograron desestimar cualquier comentario negativo. A su voz le faltan matices, pero con su garra reemplaza cualquiera de sus defectos.
Con un audio excelente e instrumentos que se apreciaban con claridad, gemas como “Fabulous disaster” y “Brain dead” brillaban. El también histórico Tom Hunting es, desde los parches, otro artífice esencial para que el combo californiano suene así de poderoso.
La nueva etapa que se inició con “Tempo of the damned”, de 2004, los volvió a ubicar en el lugar que corresponde por historia e influencia. Ahora incorporaron riffs más gancheros y algún que otro estribillo más accesible como los casos de “Children of a worthless god” y “Blacklist”.
Previo al himno “Bonded by blood” se tomaron un mínimo descanso que sirvió para que el teatro ingrese en un estado de ebullición total. Era tal la energía en el escenario que en “The toxic waltz” dos fans se subieron a cantar junto a Duke para reproducir un momento que el público se había desacostumbrado a ver.
La versión trasher del “Olé, olé, olé. Exodus…” pegado junto a “Strike of the beast” y “Good riddance” culminó con un show demoledor que no dio tregua en ningún momento. Todos los asistentes quedaron atronados como consecuencia del volumen y la contundencia con la que tocaron.
Después de problemas internos en los ’90, Exodus se reinventó a principios de 2000 con discos que mantuvieron el legado y le dieron larga vida a una de las bandas más importantes del trash metal. A fin de año saldrá un nuevo álbum con el que intentarán ir más allá y lograr el éxito que aún se les negó.
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