RESEÑAS
Sensatez y sentimiento

“¡Una rumba, Amparo!”, fue el grito que se repitió reiteradas veces en la noche del pasado martes, y cuando llegaba el último tema, con mucha corrección, Amparo respondió: “¿puedo cantar lo que a mi me parezca?”.
Esta imagen es la postal de la noche que brindó Tucson-Habana, el nuevo proyecto musical de Amparo Sánchez, la cálida cantante andaluza que conquistó oídos a lo largo del planeta con su combo mestizo Amparanoia, que provocaba al baile y creaba un clima festivo donde se presentaban, y que ahora llegó para mostrar una nueva faceta de su carrera musical.
Este giro artístico la tiene entregando su dulce y tenaz voz al bolero, el jazz, la vieja trova y el son cubano, en un viaje intimista en el que invita al público a sentirla cerca, a contarle de sus amores, sus lamentos, sus pasados, sus miedos y las reflexiones de una mujer acerca de la vida y de este mundo.
En un escenario desnudo, lució un vestido muy elegante y un prolijo peinado, a diferencia de su desfachatez de antaño, siempre con la criolla colgada. Contó con la compañía de Oscar Ferrer al teclado y la guitarra de Gustavo Montalvo, quienes aportaron su justeza para moverse por los diferentes estilos de una especie de café concert en el que se convirtió el tibio Roxy Live de Palermo.
“Mon ami, mon amour”, “Mi Suerte”, “Turista accidental” fueron algunas de las nuevas composiciones que presentó en sociedad, mezcladas con alguna versión en inglés, siempre manteniendo la cadencia del bolero y el son, imponiendo un respeto mayor por cada nota y un silencio en la sala poco habitual.
Entre canciones, fue llevando la noche con breves charlas, presentando cada obra, y así invitó “un viajecito hacia la realidad del sur mexicano, de Chiapas” para hacer “Corazón de la realidad”, que es el nombre de una comunidad chiapaneca; hubo dedicatoria a “las mujeres que no tienen miedo, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, y contó que “existen canciones que te hacen mejor persona” cuando fue el turno de “Mi Suerte”.
El disco, que saldrá a principios de 2010, tiene la particularidad de, como marca el nombre del proyecto, haber sido grabado en dos lugares tan disímiles como Estados Unidos y Cuba, con los miembros del grupo Caléxico, y se puede escuchar un adelanto y ver algunos videos de la experiencia en el nuevo sitio de Amparo.
En “Un apagón en La Habana” se vivió la mayor comunión con el público, cuando la anfitriona incitó: “¿por qué hay tanto miedo en la gente?”, y logró, aunque tímidamente, que los presentes la sigan, divididos entre hombres y mujeres, en un simpático coro.
Amparanoia fue una marca tan importante en la vida de Amparo Sánchez que hasta casi la hizo perder su nombre (como le pasa a Jay Kay, de Jamiroquai), y encarar un nuevo desafío tan distinto, tan personal, cambiando aquella rebeldía pirotécnica por esta serena introspección, quizás sea una necesidad imperiosa para la artista, pero no una tarea fácil de digerir para su público, que disfrutó de su hermosa presencia, pero quedó ávido de bailar, al menos, unas rumbitas.
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