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Secretos pasadizos

Trey Spruance dedicó su vida a experimentar con los límites de la música y poco le ha importado qué tan redituable eso pueda ser. Por suerte el éxito lo ha acompañado. Un poco a la sombra de Mike Patton, su trabajo en Mr Bungle y Faith No More es tan importante como el del cantante. Secret Chiefs 3 es su juguete, su creación, su pseudónimo. Como él lo describe: es su cubo Rubik, donde va mezclando los géneros musicales a diestra y siniestra.
El primer contacto con el público argentino fue en 2009, reemplazando a Mike Patton, justamente, que canceló la presentación que tenía agendada con el trío de jazz Zu como teloneros de Primus. Secret Chiefs 3 salió del banco para el cambio de último momento dejando una impresión más que aceptable entre los presentes esa noche.
Cerca de las 22:30 salen los músicos, vestidos de monjes, o también como la parca; depende tu costado religioso o filosófico. ¿El sentido del humor de la banda hace que al ser viernes 13 empiece el show con “Zombievision” y “Halloween”? Seguramente no es casualidad. El grupo funciona como soundtrackde algo que no se sabe muy bien qué puede ser, pero se acerca a una película de Disney bizarra. Cada espectador tendrá una imagen distinta en la cabeza, lo cierto es que dentro del formato de rock experimentan con mucha música del globo: música árabe, judía, italiana, todo mezclado con hardcore, trash metal y demás delirios.
En estos tiempos plantear un show de hora y media de música instrumental presenta todo un desafío, pero la coctelera musical de la banda hace que todo sea muy ameno. Además la música no suena inaccesible; hay experimentación pero la gente responde bailando. Los otros se deleitan con el cambio de instrumentos entre músicos y el arsenal de guitarras raras de Spruance. La que más se destaca es una especia de guitarra eléctrica que parece una combinación entre una mandolina y un rebab que tiene dos cuerdas y lo toca como si estuviera slapeando un bajo. Ojalá me puedas entender.
El otro atractivo es la postura de no ensayo de la banda, lo que deja el juego abierto para que el combo se despache a gusto. No hay lista de temas y los covers propiamente dichos no existen; solo hay reversiones de compositores clásicos como Ernest Gold.
Músicos y público se ceban mutuamente y no se sabe qué puede pasar en ningún momento. Después de varios bises, suena “Ship of Fools” y la gente del lugar da por concluido el espectáculo encendiendo las luces. Así como empezó, termina: sin que te des cuenta.
El mérito de la carrera de Trey Spruance es poder haber llevado al extremo los límites musicales sin apelar a una locura que solo él pueda entender. Tal vez estamos ante nuevas formas de jazz. Como sea, Spruance es de esa gente que uno siempre va a bancar en su búsqueda.
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