EDITORIAL
Sé que hay esperanza

Nunca hubo un accidente no natural de semejante magnitud en nuestro país. Nunca quedó tan clara la inconciencia de la gente y nunca fue tan obvio que a los productores y dueños de los locales nada les importa la seguridad del público.
Cada uno de nosotros, que asistimos habitualmente a recitales, sabemos que siempre hay bengalas, siempre hay pirotecnia y siempre están cerradas las puertas de emergencia.
Por vergüenza, por miedo, por pensar si nunca paso nada, no va a pasar hoy o en definitiva por más que diga algo no van a hacer nada, muchos veíamos los peligros a nuestro alrededor y aún así nos callábamos.
Es verdad que tuvimos que llegar a un punto insoportablemente triste para admitir que hay cosas que no solo no funcionan así, sino que son en extremo riesgosas. Pero también es verdad que con el paso del tiempo nos vamos recuperar y vamos a volver a ir a recitales. Ése tiene que ser el momento real para exigir que se nos cuide como se nos debe cuidar y se nos brinden las medidas de seguridad que se nos deben brindar. Ojo, esa situación también tiene que ser la que nos encuentre más concientes y maduros, comportándonos de la forma correcta.
Todos tenemos un poco de culpa -algunos más, otro menos- pero en definitiva hay un problema social de fondo y por eso llegamos hasta acá. Lo importante es que cada uno se haga cargo de la parte que le corresponde y piense qué es lo que puede aportar para mejorar, en igual proporción, las condiciones de los shows y las fallas de la sociedad en la que vivimos. Esta en nuestras manos no olvidar y cambiar positivamente.
¿Es difícil? Sí, es realmente difícil, ya que la mejoría debe venir de la mano de un cambio mental gigantesco. Aún así no permitamos que nos venza el miedo, la angustia, la tristeza o la bronca.
Una hermosa canción de HORCAS dice: Sé que hay Esperanza, creo en lo que hago, ayúdame a comprender que no estoy sólo. Éste debería ser el camino a seguir, el de creer plenamente en un ideal u objetivo y unir nuestras fuerzas para llevarlo a cabo. Probablemente sea la única chance que tengamos. Es demasiado importante para darnos el lujo de dejarla pasar.
Así estamos hoy. Luchemos con todo nuestro corazón y pidamos justicia hasta que el alma se nos escape por la boca, pero también seamos lo suficientemente inteligentes y concientes para aceptar los errores cometidos.
Salto mi abismo, sé que hay esperanza. Puede haber tormenta, puede haber dolor, aprender despacio, creo en lo que hago. Ayúdame a comprender que no estoy sólo”.
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