RESEÑAS

Salta estuvo tan linda

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Todo siempre empieza en el mismo lugar: la casa de uno. De ahí en más, cada cual tendrá una historia que contar, una anécdota de cómo consiguió la entrada, cómo hizo para llegar y toda una serie de peripecias que quedarán en la memoria de cada uno y en los oídos de quien esté dispuesto a escuchar una historia.

Ya sea por ruta 9, 51 o 68, en tren o en avión, Salta se fue colmando con gente que llegaba desde los cuatro puntos cardinales con su anécdota e historia a cuestas haciendo estragos en oídos ajenos.

Pero basta de preámbulos. El show empezó 21.30 con “Fuegos de Octubre” y eso ya era una señal. Luego vino “Tomasito podés oírme”, “Me matan limón!”, “El infierno está encantador esta noche” y “Rock para el negro Atila”, pegada a Divina TV Führer.

“Ramas desnudas”, “Bebamos de las copas lindas”, “Porco rex” y “Vuelo a Sydney” recién serían los primeros temas de “Porco rex”, como un mero intervalo de este show ricotero con algunos temas del Indio solista.  

“El arte del buen comer” y “El pibe de los astilleros” seguirían completando la lista.

Luego de “Pabellón séptimo”, el calvo de camisa cuadrillé y anteojos negros exigiría: “A ver si movemos un poco el culito”, y “Ella debe estar tan linda”, “Un ángel para tu soledad”, “Mariposa pontiac” y “Rock del país” sonarían, una tras otra. De verdad.

Que al Indio le gusta tocar lejos de Capital Federal no es novedad. “¿Ta lindo Salta no? Estamos conociendo un poco el país”, dijo sonriente durante el show. Verborrágico, contento y bailarín como pocas veces, Carlos Solari disfrutaba el show y eso era bueno para todos.

En tanto, “To beef or not to beef” y “Por qué será que no me quiere Dios” predecirían a “Todo un palo”.

Luego de casi dos horas de recital, que parecieron efímeras pero intensas, vendría un breve intervalo de cinco minutos que antecedería a la última media hora.

Nadie es perfecto” pegada a Ñam fri frufi fali fru, “Pedía siempre temas en la radio”, “Cruz diablo”, “Juguetes perdidos” y “Flight 956” demarcarían el fin de la noche.

“Nos vemos, ya estoy viejito”, diría aquel que bailó, sonrió y agradeció durante toda la noche, y “Ji ji ji” sonaría para cerrar un excelente show de dos horas y media.

A la salida, los bares, las plazas, la Terminal de ómnibus; todo Salta estaba invadida de felicidad. Y comenzaba también toda una serie de historias y anécdotas nuevas -las del regreso a casa- que buscarán oídos interesados en ellas. Y es que, realmente, estuvo encantadora esta noche.

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