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Rock Out: El camino del rock

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Estuvimos en Chile para cubrir este festival donde se presentaron Primus, Devo, Fantomas y Helmet, entre otros.

El convoy de micros que nos deposita en la tierra prometida se detiene. Caminamos por la ruta y el sol parece que nos persigue. Suena “La poderosa muerte” de Los Jaivas en mi cabeza. En las afuera de Santiago, alejados de la civilización, miles de chicos aguantan estoicamente las altas temperaturas con sus remeras negras. La procesión a la única meca que ellos conocen: el festival de rock. En épocas de hiper eventos donde las marcas y estar presente porque si es más importante que la música, el Rock Out (continuación del festival Maquinaria) vuelve a apostar por lo que realmente importa y siempre debería ser así: la música.

Las perlas y los outsiders

En una imagen poco común, rodeados de montañas y a pleno sol, aparece una banda también poco común: Helmet. El grupo liderado por Page Hamilton es una de las piezas fundamentales para entender los 90. Sin dudas, una de las perlas del festival; durante una hora demostraron poderosamente de lo que son capaces. Si bien Hamilton es el único miembro original, esta situación sumada al calor y al temprano horario en la grilla no evitó que clásicos como “Unsung”, “In The Meantime” o “I Know” demuestren el poderío del grupo, que despertó las primeras polvaredas de la tarde. Al ser la primera vez de la banda en la región, basaron su set en los discos “Meantime” y “Betty”. Al respecto de esto,  charlando mano a mano con Hamilton nos confesaría: “Realmente no tengo problemas en tocar las viejas canciones. Tal vez si tocara 300 shows al año me aburriría un poco, pero Helmet es sólo uno de los tantos proyectos en mi vida y no giro tanto con ellos como la gente debe suponer. Además tenemos unas 75 canciones ensayadas, por lo que noche a noche vamos variando la lista”.

Una hora y un sólo show fueron muy poco para una banda, tal vez ignorada por muchos de los presentes, pero muy importante para un pequeño grupo. Sobre esto, el vocalista nos decía: “Creo que en algún punto somos una banda para músicos. Sólo he estado aquí un rato y cada persona con una banda o ligada a la producción que me cruzo me ha manifestado cuán importante fue el grupo para ellos, incluso músicos de bandas locales. Es algo que me sorprende y me halaga, como también ver tanto público celebrando nuestra música o simplemente siendo respetuoso. No soy muy fan de los shows al aire libre pero este estuvo muy bien”. Sin dudas estuvo más que bien. Lamentablemente, cruzar la cordillera era la única forma de ver a Helmet en la región.

Y hablando de influir gente, Thurston Moore sabe algo de eso. Hoy, sin Sonic Youth y retomando activamente su carrera solista, ya no ocupa los papeles centrales y sale temprano en la tarde, mostrándose como si no fuera un artista con más de 35 años de carrera. Exclusivamente con un repertorio basado en su último disco, “The Best Day”, el neoyorquino sigue apostando por el sonido distintivo que lo hizo famoso. Es por eso que durante una hora, sólo seis canciones serían interpretadas, dejando mucho espacio para la improvisación y la experimentación. Tal vez uno creería que el festival no es el marco adecuado para eso, pero en realidad sí lo es ya que si observamos la grilla, no hay artistas de gran éxito o hits radiales. Casi que son nombres que pasan desapercibidos por el gran público, y sin embargo más de 15.000 personas se dan cita en el evento.

Los Freaks

Melvins y Fantomas casi que constituían un 2×1. Buzz Osbourne salió primero con su legendaria banda, esta vez acompañado por Trevor Dunn, bajista de Fantomas y Mr Bungle. Sin dudas el show de Melvins fue el más intenso de la jornada. El inmenso Dale Crover en batería parece tener la energía de un adolescente; inconscientemente, parece hacerle competencia a los riffs monolíticos de Buzz, empapados en mala onda y suciedad, en ver quién aporta más intensidad al grupo. Y sabiendo lo poco complacientes que son, es un regalo que gran parte del setlist esté basado en su obra maestra: el disco “Houdini”. Así pasan canciones como “Hooch” o “Honey Bucket” que se mezclan con covers extraños como “Let Me Roll It”, de Paul McCartney, sin perder una gota de la maldad que los caracteriza.

Melvins en vivo es tan sofocante como el sol que atrapaba a esa hora, y así es como nos gusta. Lamentablemente esa experiencia no pudo repetirse con Fantomas, el show más esperado del día. Mike Patton en Chile poco más es declarado ciudadano ilustre, por lo que no extraña que Santiago sea el lugar indicado para resucitar ese monstruo experimental. Secundado por Osbourne, Dunn y el gran Dave Lombardo, el cuarteto decide interpretar “The Director’s Cut” de forma completa; un disco que se basa en covers de famosas canciones de películas. Claro que todo lo que hace Patton nunca sigue la lógica, por lo que estas versiones sufren una interpretación libre. Tal vez demasiados experimentales para un lugar abierto y de día; lo cierto es que el público parece más disperso y el mismo Mike se pasa el show renegando contra el sonido, sobre todo con el que se escuchaba desde los otros escenarios. Este tal vez fue el único punto flojo del festival, pero que en definitiva perjudicó la presentación del grupo. De todas formas debemos decir que Fantomas es, tal vez, el proyecto más difícil de escuchar del ciclotímico Patton, que claramente enojado por la situación, recortó su show unos veinte minutos.

Los clásicos

Tanto Devo como Primus representaban los platos más fuertes de la noche. Devo, por su lado, no sólo se presentó por primera vez en el país sino que dio el mejor show del festival. Vistos de costado por absolutamente todas las otras bandas participantes, ellos mostraron ser una enorme influencia para todos y que están todavía vigentes. Lejos de parecer sobrepasados por sus colegas más jóvenes, dejaron toneladas de actitud sobre el escenario, respaldados por canciones que no pierden frescura. Sin dudas más rockeros que en sus discos, el asesino comienzo con “That’s Good”, “Girl U Want” y “Whip it” tiene a todas las generaciones bailando.

Cambios de vestuario, bailes y proyecciones son parte de un show que realmente no tiene fisuras. A pesar de la muerte del tecladista Bob Casale este año y la dedicatoria del concierto a su memoria, no hay momentos tristes. Si bien apuestan a lo seguro interpretando canciones sólo de sus cinco primeros discos, no hay una sensación de obligación o de hacerlo exclusivamente por el dinero. El recital es muy divertido tanto abajo como arriba de tablas y es una avalancha de hits que hace la delicia de fans y curiosos. Después del fin con “Peek a Boo” resta pedir que por favor alguien los lleve a Argentina.

El de Primus también era un show especial, siendo el primero con la formación clásica de Claypool, Lalonde y Alexander. Acertadamente y sabiendo el límite de tiempo con el que contaban, deciden dejar de lado la presentación completa del disco nuevo (algo que venían haciendo en esta gira) para centrarse en un breve repaso por su carrera. Al ver al trío que hizo famosa a la banda, uno entiende la química que los puso en ese lugar frente a canciones como “Too many puppies” o “My name is mud”. Ver a Les Claypool en vivo debería ser una experiencia obligatoria: un músico con total dominio de su instrumento que saca todo tipo de sonidos con sólo acariciarlo.

Pasando por todo tipo de climas, a esta altura la banda no puede dar un mal show y ya siendo de noche, uno puede apreciar más la performance de una banda que envejece y evoluciona sin renegar de lo que son y sin perder la frescura y originalidad de antaño.

Los otros

Paralelamente, casi que otro festival se llevaba a cabo en el tercer escenario, donde las bandas locales plantaron bandera. A pesar de siempre chocarse con alguno de los artistas de los dos escenarios principales, la concurrencia nunca bajó durante los shows de Rama, Los peores de Chile, Machuca y Hielo Negro, e incluso aumentó para el concierto de 2 Minutos, que contó con mucho del público de Extremoduro, que cerraba el festival. El odio a la policía y el amor a la cerveza es algo que une a todo el mundo, por lo que no sorprende el éxito de los liderados por Mosca en tierras chilenas. Festejando los 20 años de “Valentín Alsina”, deciden tocar el disco completo, pero no en orden, mechando canciones como “Postal 95” o “Tema de Adrián” con las composiciones del legendario disco. Cuando alrededor de mil chilenos gritan “Barrio Obrero, Valentín Alsina” al unísono, es la prueba más fuerte de que la música no tiene fronteras.

Ya con la mayoría del público retirándose, Extremoduro dio un show casi exclusivamente para su gente; empezando intensamente con “Jesucristo García”, los españoles están saciando rápidamente esta sed de sus fans de nunca haberlos tenido en Sudamérica.

El éxodo para retornar arranca y uno lo logra con tranquilidad: la productora ha puesto micros gratuitos que trasladan al público al centro y todo se lleva a cabo en paz, nadie quiere pasar al otro y hay respeto. Durante todo el día la sensación de felicidad tanto de público, como músicos y producción está presente. La música fue lo importante y todo lo demás ayudó a lograr una grata experiencia; desde la accesible oferta gastronómica hasta poder ver a tus bandas preferidos nadando en una pileta. El saldo es más que positivo.

Es una pena que a veces las cosas estén tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Por el momento, nosotros seguiremos viajando mientras el rock nos llame.

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azafatodegira.com

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