
LIBROS
Rock and roll yo
“Y así, carne de neuropsiquiátrico o de balazo, fui despidiéndome de la ciudad antes de irme a Chile. Interrumpía detenciones policiales en plena calle y me cortaba con mi propia navaja la cara o los brazos para que no pudieran detenerme. En la Comisaría 14 me consideraban un loco y tenían prohibido detenerme. Ya no era periodista, ni monologuista, ni conferenciante, ni rocker, sino un demente tirado en la calle, esperando un cliente para su navaja”, escribió Enrique Symns recordando su situación en Buenos Aires, en 1997.
Al año siguiente, arribó a Santiago de Chile y allí su vida cambió, como también la forma de relatarla: la intensa primera persona dejó su lugar a una fría tercera, que contó cómo Symns logró rápidamente erigirse como columnista estrella de los diarios Últimas Noticias y El Metropolitano y crear -junto a Pato Fernández– la exitosa por demás revista The Clinic. El bar Liguria, que había adoptado como segunda casa, comenzó a llenarse de estrellas del deporte y del espectáculo que querían conocerlo; no caminaba por las calles sin firmar autógrafos, le sobraban los romances y constantemente recibía nuevas propuestas laborales.
Sin embargo, el devenir de los sucesos hizo que regrese la primera persona a la historia, para contar cómo fue que después de unos años Symns se encontró en Chile como estaba en Argentina en 1997. Y, entonces, tuvo una última oportunidad en el país vecino cuando le presentó a la editorial Alfaguara el proyecto de relatar sus experiencias con las drogas a lo largo de su vida, pero le devolvieron lo hecho diciéndole que era impublicable y, espantados, sin siquiera pedirle la devolución del adelanto otorgado.
De regreso a Buenos Aires, la editorial El cuenco de plata le dio una opinión opuesta y, vale decir, acertada: “El señor de los venenos” -que ya va por su cuarta y aumentada edición- no sólo es publicable sino además fascinante.
El libro se divide en espacios y tiempos: principia en Brasil, entre 1971 y 1974; continúa en España, de 1975 a1980; sigue en Argentina, de 1982 a 1997; finaliza en Chile, entre 1998 y 2002.
Sobre la última parte, que como se dijo propició el origen de la obra, ya se hizo un comentario; en la primera, en Río de Janeiro, se conoce la primaria experiencia del autor con el LSD, el frustrado negocio de venta de sal de anfetaminas que armó con Jorge Mambo y la primera de sus varias y diversas aventuras sexuales, en este caso con una adolescente. También de su época en Brasil, Symns presenta a diferentes personajes con los que entabló relación, como el maldito Tostao, un violador de menores, y la diplomática Elisse, con la que formó un vínculo amoroso y una sociedad de narcotráfico, que posteriormente le valió una estadía en las infernales cárceles brasileñas.
En España -luego de pasar un tiempo en Holanda vendiendo combis y nafta ilegalmente, estafando compañías de seguros y vendiendo cocaína y heroína junto a dos chilenos exiliados y un peruano prófugo- Symns planeó una compleja y fantasiosa rutina de masturbaciones diarias, que llevó a cabo sin cesar, preso de su confesa adicción al placer solitario.
En la tercera parte, en Argentina, el autor recuerda su inicio con la cocaína y profundiza sobre su relación con la misma, también rememora su mítica creación, la revista Cerdos y Peces, y cuenta en detalle su historia de principio a fin con Los Redondos, y también infinidad de anécdotas ricas por demás sobre Los Piojos, Bersuit Vergarabat, Fito Páez, Andrés Calamaro, Charly García e Iván Noble, entre otros.
En una entrevista, Symns contó un secreto para escribir bien: “Siempre hay que escribir mal de uno. Una vez le preguntaron a Henry Miller cómo hace para escribir. Y dijo que siempre hay que escribir cosas dolorosas, siempre hay que escribir cosas vergonzosas, cosas que hagan que la gente te deteste y se ría de ti. Sobre todo porque todos los seres humanos somos una mierda. Por ejemplo, los artistas son una mierda. Los conozco a todos. A Sábato, a Borges, las nuevas generaciones, a los músicos, a todos. Y sé que todos son una mierda”.
Se descubre, entonces, el porqué de lo mencionado al principio, el porqué de Symns para escribir sobre sus peores momentos en primera persona y sus mejores en tercera. Y vale la pena descubrir, también, cada uno de los recuerdos escritos en “El señor de los venenos”, recuerdos que -¿lamentablemente para su protagonista?- tienen más de yo que de él.
¡Y también!
Fragmento de “Una selva de palabras”, prólogo a la cuarta edición.
1 Comentario
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión