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Richard Coleman: canciones de luz

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Afianzándose definitivamente como solista, el guitarrista presentó su nuevo disco “Incandescente” en La Trastienda, el viernes.

Richard Coleman se abraza con su banda, saluda al público, arroja algunas púas y agradece, no a la pasada, sino como agradece alguien que realmente quiere devolver tanto afecto, y carga de sentimientos esa simple palabra. Por fuera de lo musical, ese final es un reflejo de este gran momento: desde los discos, desde las canciones y desde una apuesta en vivo en donde se la pasa bien, arriba y abajo del escenario.

“Down by the river” de Neil Young, en versión en español inicia el recorrido que, salvo excepciones, será enteramente dedicado a sus dos discos como solista, etapa en donde se lo ve inclinado a favor de la canción, del poder de las melodías. Suenan “Turbio elixir” y “Normal”, dos de “Siberia country club” para, luego de saludar con un simple “buenas noches”, introducir al primer invitado.

“Tengo el enorme agrado, el gran placer, de tener un invitado muy especial esta noche. Me acompañó innumerables horas y días en los últimos años, hemos girado alrededor del mundo y hemos tocado en escenarios completamente opuestos en extremos, lugares para medio millón de personas o para cincuenta personas. Así que quiero presentarles a Leandro Fresco, un gran amigo”, se extendió Richard al introducir al tecladista, y agregó “quiero dedicarle esta canción a Benito y a Lisa” antes de arremeter con “Uno entre mil”, una fiel y perfecta versión del tema de Cerati incluido en “Ahí vamos”.

Continúan con “Incandescente”, tema que da nombre a su segundo disco, y destaca “Corre la voz”, otro punto alto del mismo álbum. La fuerza de estas canciones no es casualidad sino un objetivo artístico como explicara el mismo: “Quiero que cuando alguien ponga el disco lo agarre por el lado de la canción. Que no sea ¿escuchaste lo nuevo de Coleman? sino ¿escuchaste esta canción?”.

Hablar de carrera “solista” sería injusto para la banda que acompaña a Richard Coleman. Gonzalo Córdoba, si se permite la metáfora futbolera, es un titular indiscutido y pieza clave de este equipo. Versátil para hacerse cargo de los solos, y preciso para, en otros momentos, ser la segunda guitarra de Coleman. Ya presentó las credenciales suficientes para un merecido reconocimiento en sus comienzos con Suárez, banda de culto por excelencia, y también como guitarrista de Gustavo Cerati. Acá continúa destacándose y se combina brillantemente con el líder.

Es tal el gran momento que atraviesa que se permite burlarse de sí mismo: “Vamos a respetar una canción que nos ha traído muchas alegrías. El primer hit de los dos mil… de los dos mil años que hace que estoy tocando” bromea antes de interpretar Hamacándote”, aquella balada perfecta de su álbum debut.

Si bien en general los temas en el vivo suenan más guitarreros, el tramo final es con las violas aún más al frente. Invita a Dalan Gutiérrez para hacer “Fuego” y “Héroes”. Continúa con “Como la música lenta” (el hit del segundo disco) y demuestra que todavía puede rockear en gran forma rescatando “Tuyo” de Los 7 Delfines, para finalmente cerrar con “Memoria”.

Apenas un flashback a cada una sus bandas anteriores y un cambio de enfoque artístico describen esta nueva etapa en la que no reniega de su pasado sino que abraza el cambio, adopta este presente refrescante en donde ya no hay lugar para ser dark y crea un espacio ideal en donde encenderse con la luminosidad de estas canciones.

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Redacción ElAcople.com

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