RESEÑAS

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Tal vez se podría imaginar que el cuento del flautista de Hamelín continuó. Tal vez, el flautista que sacó a todos esos niños de una ciudad contaminada y perdida continuó con ellos durante mucho tiempo. Tal vez pudo reunirse con otros músicos con sus mismos ideales en un lugar parecido a la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Tal vez pudo seguir con los hijos de esos niños, ya grandes, o con los hijos de los hijos, tanto en conciertos como en festivales como el Encuentro de Músicas de Provincia del año pasado.

Esa suposición bien podría ser real si entramos en el mundo de ARBOLITO. Si el flautista mágico -que ahora además de cantar sabe tocar la quena, el charango, el violín y la guitarra- fuese AGUSTIN RONCONI y sus compañeros fueran un guitarrista como EZEQUIEL JUSID y un bajista como ANDRES FARIÑA, además de alguien como PEDRO BORGOBELLO acompañando en quena y clarinete, junto al baterista DIEGO FARIZA y el percusionista SEBASTIAN DEMENSTRI, el cuento hubiese continuado pero esta vez en El Teatro Flores.

Y si aquellos niños, muchos grandes y algunos que ya han dejado el mundo del flautista, hubiesen llevado a sus hijos, ahora adolescentes y jóvenes, hacia una música que llega a abarcar varios géneros, el cuento sí sería verdad. Y lo fue, más allá de algunos ojos incrédulos.

Pero antes de que la historia siguiera, HUMAHUACA TRIO preparó a los sentidos para lo que vendría. La banda conformada por APU CONDORI en guitarra y voz, JUAN CRUZ TORRES en charango y coros y GUSTAVO BASANTA en quena, acompañados por percusión y batería, dejaron las palmas ya activas con “Del Norte potosino”, con una mezcla de la calma de voces potentes y cuerdas raspadas.

Y como en los cuentos, el reloj marcó las nueve y la historia volvió a vivir.

Otra idea de orden y progreso

Al grito de “¡Cumbia!” de PEDRO, la gente (perdón, aquellos que fueron niños) saltó y cantó desde el comienzo como si el tiempo nunca hubiese pasado. Durante las primeras canciones –“El sillón” y “Telarañas”, ambos del disco “La arveja esperanza” (2002)-, no fueron ese golpe exacto que uno espera desde el comienzo, sino la muestra de esos extraños “diálogos” entre la flauta traversa y la quena.

El flautista y sus amigos enseñaron a sus seguidores parte de la historia reciente de la Argentina en la canción “La recuperada”, acompañados por CARLOS RIVERO en bombo legüero.
“Este es un tema nuevo, -explicó el cantante ante un auditorio atento- una chacarera sobre las cosas que pasaron en los últimos años, cuando los trabajadores tomaron las fábricas después de la mentira de los ´90”. Pero al final, como dice la canción, “vuelvo a la fábrica, vuelo a creer”.

Pero el grupo de aventurados también habla de amor, sobre todo entre desiguales, como cuentan en “2015”. Pero no por eso se vuelven reiterativos. Con un coro compuesto por todo el público, la canción “Estofado”, de “Mientras la chata nos lleve” (2005), se vuelve colectiva en las líneas “Decí que a mí no me importa el poder, igual voy a tratar de joderte siempre”, dichas por la dulce voz de EZEQUIEL.

Pero faltaba algo, una voz que desconcertara todos los sentidos, como la de VERONICA CONDOMI en “Polkatrónica” (con ese desarme musical al final) y en “Es preciso”. Y mitad del recital, la voz quedó sola en “Zamba para la guagüita”, canción que escribió el padre de la cantante antes de desaparecer en 1976. “No olvidamos, no perdonamos y queremos juicio y castigo para los culpables”, dijo CONDOMI antes de retirarse. Y los aplausos invadieron todo el lugar.

Pero como todo grupo que busca el cambio, siempre cae “La mala reputación”, reversión del tema del poeta francés GEORGE BRASSENS y título del primer álbum de la banda. Mientras los papeles giraban en el aire y el grupo de sikus PODER SIKURI acompañaba a ARBOLITO, sonó “Vinito y amor”. Pero antes del tema siguiente, el cantante recordó el triste primer aniversario de los cortes en contra la instalación de papeleras en Fray Bentos, Uruguay. “Pero el problema no es de los uruguayos, el problema es interno, de los argentinos”, dijo RONCONI. ¿Lo habrá dicho, tal vez, por todas las papeleras instaladas en el país que contaminan esta tierra?. Tal vez.

Pero esos antiguos y nuevos “niños” guiados por ARBOLITO tiene que explicar el porqué de su nombre y que mejor que en una canción homónima con el relato de EZEQUIEL JUSID y la música de fondo. En 1826, bajo el pedido de Bernardino Rivadavia, el militar Federico Rauch fue el encargado de terminar con el “flagelo” de los ranqueles y mapuches, aquellos que poblaron las tierras que hoy ocupan Benetton y Marcelo Tinelli, entre tantos otros (bajo el pretexto de propiedad privada). Pero un indio ranquel no soportó más y con sus boleadoras volteó el caballo de Rauch y, como contaba JUSID, “cometió el sacrilegio de cortarle la cabeza”. Ese “sacrílego” héroe se llamaba ARBOLITO, según el libro de OSVALDO BAYER, “Rebeldía y Esperanza”, donde cuenta la historia de un Ranquel.

Mientras un trencito de cincuenta personas circulaba entre el público, el clarinete sonaba al ritmo de “Estudio del charango”. Pero el sentimiento de cada una de las personas del público estalló en el estribillo de “Huayno del desocupado”, en un ronda casi tan grande como la pista de El Teatro. Y una emoción parecida se sintió en “Sariri”.

El final de la lección se iba sintiendo. Las manos arribas y agitándose en “La arveja esperanza” antecedieron a los movimientos de los cincos murgueros de Boedo que dejaron que el sonido de “La novia” tomara sus cuerpos envueltos en trajes rojos y blancos, llenos de lentejuelas. “Candombe” quiso ser la última palabra, pero las mismas luces rojas del final auguraban que no sería así. ARBOLITO se dio el lujo de tomar un tema y casi volverlo propio: “El pibe los astilleros”. Al igual que las palabras, al igual que las voces, al igual que los pensamientos.

Hace poco más de veinte años, el escritor Rodolfo Kusch planteaba: “Nosotros no sabemos nada de nosotros mismos. No nos dijeron que somos como entes culturales […] Pero es precisamente ahí donde debemos arrancar para crear una cultura americana”. Y ARBOLITO es lo suficientemente valiente para buscar ese sentido revolucionario.

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