RESEÑAS

Reyes de la noche

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No siempre se necesitó de un buen maquillaje para sostener la magia de un personaje. Tampoco malévolas sonrisas para lograr inspirar respeto. La picardía que podría inspirar El Guasón no se corresponde con el recital del viernes. Como si la crudeza pulida de cada acorde haya decidido bailar desnuda entremezclándose con otras melodías, GUASONES se mostró a cara lavada.

Como serpiente cascabel saliendo de su canasto, el sonido de la pandereta tienta al telón a abrirse incubando la “Fiebre” que se contagiaría con el primer aplauso.
La gente desvía los ecos a los techos de El Teatro para corear el estribillo de “Estrellas”. La prolijidad presenta a la banda; la banda, a la canción.

FACUNDO SOTO –voz- deja su guitarra electroacústica a un lado para poder mimetizarse tranquilo con la letra de “Me muero” y regalarle el micrófono a la gente, que salta siguiendo la melodía del tema.

Cada riff dispara una percepción que pone al público a saltar sin lapso de duda; mientras, suenan “Sueños son” y “Reyes de la noche”.

Esa melodía que advertía el reencuentro en “Down” se hace explícita con “Paranoia 26”, donde la armónica se hace lugar entre las luces relámpago mientras el frontman baila pasándose el micrófono de mano en mano con la pandereta colgada del brazo.

El diálogo con el público se sostiene a partir de los acordes. Las canciones no tienen más intermedio de agradecimiento que una mirada o un roce de palmas del cantante con el público. Suena “Estupendo día”, el afortunado tema que logró desembocar en “Heroína”, de SUMO.

Suenan “Flores Negras”, “Cien años más” y “Gracias”, temas que sacan rencores del pecho y amores de la piel, historias simples y melodías hiteras de precisos arreglos que conquistan a las mujeres del público, las cuales no tardan en escalar hombros ajenos.

Entre solos de guitarras, DAMIAN CELEDON -baterista- se limpiaba la transpiración que empapaba su frente para hacer los platillazos finales de “Desireé parte II”, la cual no tardaría en unirla con “Desireé parte I”, en una versión más rápida que la original.

Se escucha “Hombre del sur” por debajo del “Vamos GUASONES” de la gente. El teclado despierta a “Chica de ojos tristes” y “Todavía”, mientras la armónica se ocupa de zamarrear “Bla, bla, bla”.

ESTEBAN MONTI marca el camino con su bajo en el tema que le da el nombre a la última producción de la banda platense, “Toro rojo”, con solos de viola y slide detrás del humo del escenario.
FACUNDO sigue el pulso del bombo de la batería golpeando contra la caja de la guitarra acústica para comenzar a susurrar las primeras estrofas de “Ruta 36”.

“A todo volumen el rock de mi vida…”

El rocanrol de “Con la casa en orden” se sostiene en solos de viola. “Shaila Show” deja al cantante crucificado y abierto de brazos sobre una cruz tallada con la voz de la gente.

Suenan “Eso estaba bien” y “La flaca Pili y El Negro Tomás”, que alivian el clima nuevamente para luego ponerlos a bailar entre solos de piano y armónica con “Caballo Loco”.

Anuncian que el próximo recital se llevaría a cabo el 26 de noviembre en El Teatro Colonial de Avellaneda.

“Un cierre histórico en nuestra historia” dice la voz de la banda mientras se saca la remera como anticipando la transpiración que vendría junto a “A mi lado“, “Amaneciendo” y “Dame”, el tema más esperado, cantado por la gente mientras el líder solo opta por completar lo que resta de las líneas con un “Muchas gracias chicos”.

Producidos por el dúo dinámico para las compañías -PABLO GUYOT y ALFREDO TOTH-, GUASONES alcanza ese andén invisible incluso sobre el escenario. Una banda que se despega de sí misma en su sonido de estudio al vivo (reversionándose), y que continúa maquillando su carne cruda de una manera distinta, para comenzar a direccionar su propio vagón.

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