RESEÑAS
Rápido y furioso

Argentina es un país pasional, y con Motörhead eso se nota. En su novena visita al país, el trío comandado por Lemmy Kilmister en bajo y voz, secundado desde hace años por Mikkey Dee tras los parches y Phill Campbell en guitarra, llegó con la intención de presentarnos su nuevo trabajo, “The world is yours”, e hizo lo mejor que sabe hacer: atronar amplificadores durante poco más de una hora.
Tras el clásico “We re Motörhead and we play rock and roll” escapado de la garganta de Lemmy, mimada a tabaco y whisky durante décadas, dieron comienzo una nueva presentación de manera taladrante.
Con un sonido realmente alto y atronador (“¿quieren que toquemos más fuerte y rápido?, levanten las manos y griten entonces”) el trío no escatimó en clásicos, y desde el principio con “Iron Fist”, hasta el final con “Overkill”, casi no se detuvieron entre tema y tema, brindando unos ochenta minutos del más puro y roñoso rock and roll.
Con el clásico Snaggletooth cobijándolos desde la bandera, y con el apoyo de la pared de Marshalls de fondo, Lemmy y los suyos salieron airosos de un desperfecto técnico que los dejó sin sonido por unos pocos segundos durante “The chase is better than the match”, demostrando porqué son los reyes de todo esto.
Como de costumbre, Mikkey hizo de las suyas con su imponente solo de batería durante “In the Name of Tragedy”, dedicada a Ronnie James Dio antes del comienzo. Phill, con la sobriedad escénica que lo caracteriza, está siempre atento a sus seis cuerdas; ya sea parado en un punto fijo o recorriendo el escenario y mirando al público, jamás una nota estará fuera de lugar, como su tabaco entre los labios o el vaso de birra cómodamente apoyado en el soporte del pie de micrófono.
Párrafo aparte para el señor Kilmister: acariciando los 66 años y con una vida plagada de excesos, es el caballero de las cuatro cuerdas. Con una distorsión aturdidora y su voz que deja al Coco Basile como un adolescente en plenos cambios hormonales, se roba el escenario durante todo el show.
La lista se basó en clásicos de siempre como “Metropolis”, “Going to Brasil”, “One Night Stand”, “Killed by death”, junto al infaltable “Ace of spades” (coreado hasta por el vendedor de gaseosa), y mechando más nuevitos como “Rock out”, “Get back in line”, I Know How to Die”, el combo dejó contentos a todos, y con ganas de otro show, ya que lo importante no es que vengan, sino que vuelvan.
¿Se le puede pedir algo más a Motörhead? Si, que sigan viniendo a rompernos los oídos todos los años. Todos nosotros, más que contentos.
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