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Ranaldo como no lo conocimos
Un martes de tormenta eléctrica registramos en el Teatro Vorterix por la aparición de Lee Ranaldo y su banda, The Dust, que rockearon como marca el convenio: con todo.
Tener a una mitad histórica de Sonic Youth frente a uno es siempre un acontecimiento. Esa arquitectura de capas de ruido y sonido, notas y ritmo desarrolladas con un increíble sentido del tiempo y la percepción mucho tiene que ver con la manera de tocar de Lee Ranaldo sus Jazzmasters (no pocas, todas hermosas) y con el incansable trabajo de Steve Shelley detrás de los tambores tan antiestéticamente dispuestos.
Con el pretexto de presentar “Between the times and the tides”, el disco de canciones que publicó en 2012, Lee Ranaldo, de la forma más amena imaginable, fue contando algunas historias respecto de cada canción, hasta tocar todo el disco. Lo primero fue un tema del disco que viene, “Last night on earth”, que saldrá en octubre, y después “basado en un hermoso riff de Joni Mitchel” empezó con “Tomorrow never comes”. Está en un plan mucho menos experimental, aunque diga que para él lo experimental es, precisamente, esto de hacer canciones más normales, y a eso se agrega que es un tipo muy simpático, que parece realmente contento de estar ahí, presentando sus canciones y su banda, que se completa con Alan Licht, guitarrista ignoradísimo por los iluminadores, y Tim Luntzel al bajo y con remera de Pescado Rabioso (por qué no lo imitarán los que sacan camisetas de la selección queriendo tribunear; éste sí que tiene estilo). Aunque hay que decir que si uno tiene en su banda a Steve Shelley tiene el 117% de los problemas resueltos. Sin ser técnicamente un mostro, el tipo (una versión grande del gordito de Two and a half men) arranca con su ritmito y le da hasta el final, pum pum pum, levantando la intensidad, bajándola, controlando el eje rock de la banda. Es el doble cinco de los sueños, él solo. Ni hablar de la buena dupla que hizo con Luntzel y que se conocen desde hace mil años con Ranaldo; el resultado es un show que se candidatea muy seriamente al recital del año.
A esas dos primeras canciones siguieron la impresionante versión de “Xtina as I knew her”, introducida por un relato de la adolescencia de Lee y su grupito de amigos a los 16, 17 años contado como en su casa, y con una improvisación de noise en el medio que nos hace creer que no es tan necesario Sonic Youth, como la de “Hammer blows”, en la que sacó un arco de violín y soleó exquisitamente. Tocó también “Off the wall” (para la que contó de su relación con el movimiento de los indignados mientras mostraba una foto famosa de Rich Lam que tenía pegada detrás de la guitarra) “Shouts”, “Lost” (con coda noise exquisita también, bien de discípulo de Glenn Branca), “Fire islands”, y el tema que da nombre al nuevo disco. También contó que como al principio tenían pocos temas, solían hacer algunos covers de gente que admiraba, y que “si no les molesta” iban a hacer uno de David Crosby, pero al final decidió que no, que harían “Revolution Blues” de Neil Young en una versión potentísima y al pie, y enganchada con “Thank you for sending me an angel” de los Talking Heads, su banda favorita, “esa banda tan rara y tan normal a la vez” según contaba en la intro del tema, durante sus primeros años en Nueva York. El relato muestra a un tipo macanudo, incluso diciendo al público que ya les parecería lo mismo a ellos (aunque se veían más peladas que remeras de Sonic Youth), como un tío copado. Una versión intensa del tema de la banda de David Byrne enganchada a su vez con “Angles”, con gran lucimiento de Shelley y el lungo Luntzel, y una cierta incomodidad de Lee, que en el único pasaje donde usa la misma guitarra durante tres temas cortó la sexta al comienzo y tuvo que rebuscárselas, no sin éxito.
Amagaron con irse después de haber tocado casi todo, pero volvieron al toque, avisaron dónde iban a estar después del concierto por si alguien quería ir a estar con ellos y se mandaron una “Waiting on a dream” como para que no puedas irte a dormir por varias horas, y un tema viejito y como sin ganas de despedirse, se despidió. Pero volvió a avisar que iban a estar un rato en la feria de discos y remeras, que tanto fue el gusto de estar acá que nos vemos allá. Gente macanuda, che. Y tan calladito que parecía con los Youth. Desde ya estoy juntando firmas para que vuelva.
*Fotos por Guillermo Coluccio
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