RESEÑAS

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Después de un disco en conjunto entre Anneke y Danny Cavanagh (guitarrista de Anathema) y una gira acústica que los trajo el año pasado, la unión entre las dos bandas completas parecía una cosa inminente.

Anneke es una de esas personas que obtienen todas las miradas. El magnetismo que genera es una cosa indescriptible: parece la mujer más dulce del mundo, llena de tatuajes y con una voz que da miedo y admiración. Después de más de una década al frente de The Gathering, su carrera solista va por terrenos extraños; tal vez más pop, acústica y delicada en los discos, pero mucho más fuerte y más cercana al metal que la vio nacer en el vivo. Bueno, metal por ponerle un rótulo; nunca estará cerca de Arch Enemy, por ejemplo, y además siempre confesó no agradarle mucho el género. Que rock gótico, que electrónica, que doom metal; jamás supieron encasillar a The Gathering. Si bien sigue interpretando canciones de su ex banda, su objetivo es desprenderse de esos estilos.

En vivo, cuando está sola al micrófono, se para como una estrella pop, en el más tradicional sentido. Cuando toma la guitarra o el piano, el ambiente cambia: aires de introspección, de compositora. La banda es sólida y acompaña bien, pero hay un problema principal: todavía le falta madurar un poco musicalmente. Hay cosas que suenan insulsas. Pero les pasaría a todos al lado de temazos de The Gathering como Saturnine y Shrink. Incluso también repasó algo del disco que grabó con Devin Townsend, siendo Hyperdrive el momento más intenso de la noche, quizás. Está claro que todavía falta para que su carrera despegue. Los fans la llenan de halagos pero realmente pocos corean las canciones. Es destacable que todavía haya gente que sabe quedarse callada en los momentos íntimos y no arruinar el clima.

Pero está claro que el camino es el correcto. Ella fue la primera y toda una camada de féminas cantantes dentro del género metálico le deben todo, aunque ella no se haga cargo. Es una búsqueda día a día mientras uno disfruta de una de las mejores voces femeninas y que muchos no han descubierto todavía.

Desde que Anathema llegó al país por primera vez, allá por 2005, logró una comunión importante con el público local en particular, y el sudamericano en general. Es una banda con una carga emotiva muy grande. Cada vez más lejos de la oscuridad de su pasado y más cerca de la luz. Si nunca fueron una banda radial es porque el mundo está mal hecho. Siete años después del último disco (el síndrome Divididos llega a todos lados) publicaron We’re here because we’re here, tal vez uno de los trabajos más emotivos y ambiciosos de su carrera.

El show comienza con las cuatro primeras canciones del disco, que tienen cierta épica pop en su estructura, destacándose Summernight Horizon y Everything; dos inmensas canciones en las que el juego de teclados y cuerdas y el duelo de voces entre Vincent Cavanagh y Lee Douglas realmente las elevan.

Si bien venían presentando un show donde tocaban el último álbum en su totalidad, esto fue interrumpido al sonar la dupla Balance/Closer. ¿Unos Kraftwerk dumbetas? Todo es posible en el mundo de los Cavanagh, que ciertamente no son los Gallagher. Algo me dice que cuando no están de gira se llaman para ver cómo están y comer algo los domingos. Se nota desde la relación suya arriba del escenario y la temática de las canciones. Nada se toma a la ligera en el mundo Anathema.

A diferencia de las visitas anteriores (ambas en el teatro ND Ateneo), el público estuvo a gusto en su faceta arengadora, aunque la banda se olvide cada vez más de su costado más intenso. Solo Sleeplesssonó de los primeros años, centrando el show en canciones de Alternative 4 para adelante, ignorando el disco Eternity olímpicamente. ¡Sacrilegio! gritarán algunos. Lo cierto es que la banda es honesta consigo misma y hace años que viene buscando nuevos horizontes, y los años de oscuridad ya no los representa. Los puristas dirán que fueron los años que hicieron grande a la banda, pero creo que la búsqueda que hacen  desde 1998 a la fecha es mucho más atractiva y rica musicalmente. Cosa que hacen mejor que sus compañeros de My Dying Bride, Paradise Lost o Katatonia. Nadie dice que sean mejores o peores, pero la búsqueda musical le sale mejor a ellos.

Para el final dejaron el ya clásico cover de Pink Floyd, Confortably Numb, en una versión fiel y personal al mismo tiempo; la promesa de volver y el anuncio de dos discos nuevos, seguramente reforzando la búsqueda iniciada hace rato.

Ambas bandas dieron shows igual de buenos e intensos, tal como nos tienen acostumbrados. Y si bien la convocatoria no aumenta considerablemente, se mantiene, por lo que seguramente apostarán a seguir visitándonos.

azafatodegira.com

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