RESEÑAS
Preparen, apunten… ¡fuego!

Todos esperaban, ansiaban, que ONCE TIROS apareciera para disparar a quemarropa con sus letras cargadas de fuerza, reflexión y revolución. El reggae pasado por los parlantes del Buenos Aires Club intentaba suplantar el lugar que tendría que haber ocupado AZTECAS TUPRO que, por problemas en la organización de la fecha, lamentablemente no se presentó. Pasaban los minutos y las miradas apuntaban expectantes hacia los instrumentos que descansaban sobre el escenario anhelando que pronto cobraran vida.
El mismo charco
La banda uruguaya trae en cada aparición un coctail explosivo de rock, ska, punk y reggae impregnado de esa magia que logra detener el tiempo, haciendo que uno siempre quiera más. Y eso fue lo que apareció en escena a las 22.15, cuando sonaron los acordes de “Lo más valioso” . La noche empezó a rodar y, entre temas como “Salsatómica” y “Calaverita y culón”, vino el gran anuncio en boca del cantante PABLO SILVERA: “Nos enteramos de algo muy bueno cuando veníamos para acá. En Uruguay somos disco de oro, así que lo estamos festejando con ustedes”. Aplausos de por medio, siguió la fiesta.
Promediando la mitad del show sonaban “Mamón” y “Globo”. Ahí fue cuando las tablas recibieron una visita inesperada: el FLACO, nuestro posteador (más que posteador, amigo de la casa) que subió para arengar con su baile y hasta abrazarse con el cantante. Pero eso no sería todo: el FLAKETE se nos engolosinó y, más adelante, volvería para mostrar su talento y esquivar a un patova que, gracias al frontman, no pudo detenerlo ¡Así se hace!
Compitiendo en protagonismo también estuvieron dos integrantes del grupo. Ante el reclamo, subió al escenario una bonita muchacha para tener el privilegio de que BRUNO ANDREU RICCI (guitarra y coros) le cantara un meloso bolero –ajeno a la banda- como “Sabor a mí”. Y, haciendo honor al tema, la chica en cuestión se llevó en la boca sabor a él, ya que recibió largos y tendidos besos (se podría decir que tocar en una banda tiene sus beneficios ¿no?). Otro que tuvo su momento de gloria fue el trompetista LUCAS LESSA, cuando tomó el micrófono para demostrar sus dotes como intérprete en la apacible “Dormilón”.
La misma pasión
Un primer piso y de madera no parecería ser una buena combinación para saltar. Así lo advertían los de seguridad a la entrada, dentro del lugar y, por si a alguien no le había quedado claro, había carteles por todos lados para recordarlo. Pero era imposible estar estático, el alto voltaje de energía que emanaba desde el escenario contagiaba. Llegó un momento en el que el baile carnavalesco fue poco para demostrar todo lo que transmitía ONCE TIROS. “El que no salta es un botón”, coreaba el público a viva voz. “El mensaje está dicho, pero si saltan son ellos los que van a venir”, fue la respuesta de PABLO SILVERA, aunque no dudó en reflexionar que “lo del piso es una cagada”. A la altura de “Cromosomos” y “Pa’l charco” ya nada importaba y el agite del pogo iba recolectando cada vez más almas.
“No vamos a hacer lo que hacen todos de prender las luces y después volver”, advirtió el líder del grupo ya sobre el final. Y así fue. El remate osciló entre canciones como “Televicio” y “Cabo suelto”, aunque la despedida no fue total sino hasta la próxima.
Euforia, denuncia, catarsis y diversión se combinaron en la casi hora y media de show donde desfilaron temas de “Parvadomus” (2002) y “Glamour y violencia” (2005), las dos placas de ONCE TIROS. No hay duda de que su música apuntó y dio en el blanco. Es que, como dicen, son “amígdalas de una garganta joven”.
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