RESEÑAS
Praxis punk

La grabación con la voz de ALEJO CONIGLIO de la canción “Gracias” resuena en todo El Teatro de Colegiales: “A todos los que sospechan que no son libres, gracias”. La ilustración enfundada de valores liberales se entremezcla con las visiones contemporáneas de Estado, sociedad e individuo, para luego entrar en choque con el revisionismo crítico a las tradiciones desde la periferia. Si a eso le sumamos acordes estruendosos de guitarra y el repiqueteo constante de la batería, obtenemos SHAILA.
La nueva y quinta producción editada de manera independiente por esta banda oriunda de Flores, “Camino a Idilia”, es el motivo para congregar a los shaileros de todas las edades y lugares el sábado por la noche. Y para materializar esa búsqueda del no lugar, el utopos, el paraje perfecto e idílico que desde hace siglos sigue siendo el interrogante para los pensadores de todas las generaciones y regiones.
Luego de la presentación de la banda soporte, NADA QUE HACER, los aplausos piden que sea la hora de abrir el telón. Las nueve en punto y SHAILA empieza su nuevo camino. La voz de JOAQUÍN GUILLÉN entona “Sudamérica II – El Fracaso Regional”, uno de los temas del disco que tiene un antecedente musical difícil de superar como “Mañanas”, editado en 2004.
Tan sólo un puñado de canciones nuevas se extiende a lo largo de todo el recital: “Ahora y siempre”, la reivindicación de la creación de una verdadera historia que sea latinoamericana; “No soy rock”; “Los caminantes”, tema que parece seguir el destino de clásico por su ajustada melodía; “Guernica”; “Paralogismo en 6” y la perfecta canción de amor destrozado “Noviembre”.
“Camino a Idilia” es digno eslabón de “Mañanas”. Una obra donde la historia de este lado del continente, donde “hay fronteras por derribar, banderas que arder y armar un nuevo pacto social” (como relata “Sudamérica III – La meta supranacional”) se entremezcla con los ya perdidos ideales del Mayo Francés y la Primavera de Praga en “L’amour et l’déception” y el peligro ambiental de “Incendio global”.
El “yo” tiene su discusión con su “alter” para la búsqueda de la identidad en “Alter ego”, en medio de un sistema coercitivo de “Aunque digan que no”.
Manual de frases
Los clásicos son el plato fuerte que, a pesar de la superposición de sonidos de manera aplastada, motiva el movimiento de cuerpos y cuerdas vocales hasta el extremo al gritar “Eterno guardián de una falsa moral […] Soy la distorsión del reflejo que emana costumbres y pautas de mi sociedad” del himno de incomplacencia “Yo”.
Las voces crecen hasta apropiarse de todo el aire y la banda no emite palabras. Los brazos en alto mientras el coro del público repite el estandarte de los seguidores de la banda, “Somos”: “porque creeme que vos sos el fin y el principio de lo que soy (…) Con vos aprendí a encontrarme y a soportar el dolor que me tocó cuando esta vida me pateó”.
La búsqueda del lugar idílico viene desde placas anteriores, con canciones como “Tratando de encontrarla” (“Vi a la libertad encerrada sin soñar […] Crucé un mundo sin color pintado de ingratitud”) o la misma “Utopía”, aquella que “es el modo que hace seguir al todo caminando” y que hace que SHAILA siga cantando lo mismo porque es lo que cree, a diferencia de ciertas bandas que salen en entrevistas de los suplementos jóvenes, como recalca GUILLÉN en el recital, en clara alusión a LAS PASTILLAS DEL ABUELO y su tema “Sensei”.
El final es un sonoro equilibrio en cinco temas clásicos: “La ecuación”, “Cuando no quieras sentir”, el desgarrador “Mañanas”, el ya mencionado “Noviembre” y el movilizador “A la derecha de la cruz”, acompañado por el pedido por la aparición con vida de Julio López y un vociferante “¡Nunca Más!”.
Contradicciones entre ser y hacer en un sistema que deja espacios mínimos de acción y entre las mismas ideas que sustentan un discurso de frases simples pero certeras hacen de SHAILA una banda para desgranar letra por letra. Y seguir en busca de una utopía musical y, por qué no, real.
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