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Placebo: Efecto terapéutico
Con un sonido impecable Placebo completó su cuarta visita al país, el sábado en el Estadio Malvinas Argentinas.
Uno de los grandes problemas de la visitas internacionales surgen con los grupos soportes. El flagelo de la banda telonera que poco (o nada) tiene que ver con la principal es un mal que aqueja cada show proveniente del extranjero. Sin desmerecer su calidad hemos visto aberraciones como Las Pelotas teloneando a AC/DC. ¿Por qué hacemos hincapié en esto? Porque El Otro Yo abriendo para Placebo fue completamente acertado.
Comenzaron con “Inmaduro”, repasaron sus grandes hits como “No me importa morir” y “La música”, y trataron (con éxito) de contagiar al público: “Vamos a ver si empezamos con el agite, carajo”, apuró Cristian Aldana antes de “Corta el pasto”. Mientras el público, que apenas alcanzaría a completar menos de tres cuartos del Estadio (los precios del campo vip eran prohibitivos), comenzaba a acomodarse para la llegada de los británicos.
Manteniéndose conectados con su material más reciente, “B3”, del EP del mismo nombre (editado en 2012), inició la noche, que continuó con “For what it’s worth”. En un castellano bastante claro Brian Molko saludó con un “Gracias. Mi nombre es Brian, el nombre de mi grupo de rock es Placebo. Estamos todos esta noche para ustedes” para luego brindar “Loud like love”, tema que da nombre a su último álbum (de 2013). En vivo Placebo suena menos melancólico que en sus discos; transforman nostalgia en grandilocuencia en gran parte gracias al sonido pulido que logran con segundas (y terceras) guitarras, teclados y violín.
Una banda que si bien ya atravesó su pico creativo ha sabido mantenerse (sin grandes evoluciones sonoras) en un buen nivel. “Loud like love” es una prueba de ello, potenciado en su puesta en vivo. El nuevo material predominó en el setlist: siete fueron los temas de su último disco. Promediando el show la sucesión de nuevas canciones quizás apagó un poco al público (“Rob the bank”, “Purify”), pero en líneas generales se combinó correctamente con los clásicos de la banda. Destacaron “Blind” y “Meds”, ambas del disco del mismo nombre.
Ese pequeño adormecimiento en intensidad fue sucedido por el punto más alto de la noche. La triada anterior a los bises constituyó el momento más vibrante, primero con la nostálgica “Song to say goodbye”, y luego con “Special K” y “The bitter end”. Los precisos golpes de Steve Forrest en la batería (hizo olvidar por completo a los anteriores encargados del puesto) son motor e impulso de una pared de guitarras (por momentos son 3) envolvente. La pared es también visual, con la pantalla que cubre por completo el fondo del escenario creando climas con animaciones o también, con formas más simples, aportando luces a la perfomance.
El triplete mencionado fue tan potente que los bises no lograron alcanzar ese pico, sin embargo redondearon un gran show con “Running up that hill” (cover de Kate Bush), “Post blue”, e “Infra-red”. Entre melancolía y liberación, Placebo hace honor a su nombre, que puede utilizarse para referir a la música en su conjunto. El rock no es el fármaco que nos sanará y eliminará los síntomas, pero si creemos en él lograremos el efecto terapéutico de alivio y redención que generó, en la noche del sábado, sentir a los británicos en vivo.
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