RESEÑAS
PEZ (un fantasma en la ciudad)

Viento destino en Vidamar abre el show, es un pequeño pasaje intrincado y bello del destino avanzando entre desatinos (y que mejor que PEZ para hablarnos de ello). Añoranzas pintadas de azul, lejos para acá nomás, poesíalma que nos lleva y se deja llevar. Frente a un lleno más que interesante en La Trastienda, PEZ se convierte en un súper grupo en el que todos lucen y dejan lucir sin ningún extremismo virtuoso, menos jazz, menos guiños al rock progresivo, más rock y más canción.
Sol (Un fantasma en la ciudad), Domando tormentas y Campos de inconsciencia son visiones deliciosas, instantáneas en las que PEPO LIMERES (teclados), FÓSFORO (bajo), FRANCO SALVADOR (batería) y ARIEL MINIMAL (guitarra y voz) conjugan fuerza y melodías en el ojo de un huracán que arrastra y arranca. Hay giros, porteñismos, postales, bronca, ternura y corazón. Desde el INVISIBLE del Jardín de los Presentes al post-rock más actual, la tensión y el sentimiento brotan como saliva de la boca de MINIMAL; su voz va y viene, el corazón siempre está ahí.
Haciendo real el sueño imposible sale del mejor disco de PEZ y de seguro entre lo más rico de todo el rock nacional, gema de los ’90 casi oculta aún. En vivo, nos descubre una vez más a uno de los últimos grupos de rock que trabaja, siente y piensa en función de grupo y comunidad vital. Nada de aplanar nada y menos rockear cuadrados musicales, todo sale de la propia inspiración, búsqueda y hallazgo de raíz DIY que busca arrasar con todo en plan frágil invencible, ser y avanzar como niños empujando cañones.
Entre breves pausas para la afinación que recortan el ambiente pero son condimento ideal para chistosos intermedios entre MINIMAL, compañeros y público, el concierto avanza poderoso repasando el extenso repertorio, desde rarezas en vivo como aquel Tan Quemado o … Y el barco se llama Ganga Yamuna (del disco ”Cabeza”, de 1994) hasta simpleza de Cae y nada pasa, donde la nostalgia se inclina por fin ante el hoy y comprende como Sólo queda lo que está, flota lo que hay, nada puedo hacer, salvo renacer, fugaz, y lo viejo cae.
Ahí está también Hoy, último disco del grupo, sencilla y lúcida inmersión en las aguas mansas del folk – rock modelo ’70 que no hace falta llamarlo neo, porque en lo atemporal, redescubre la simpleza y lo rico de cantar hoy, oyendo en el ayer lo que se siente hoy, revisitando las viejas nuevas dimensiones tiemponavegantes, diría ARIEL. ¿Algo así, no? Salen entonces El Viaje y casi al final, Tiembla, belleza electro-acústica a cargo de la voz solitaria de FRANCO SALVADOR.
En despedida, tras casi dos horas de show, el grupo se va con Faltan miles de años más y El cantor, de lo más crudo y tanguero del repertorio, y final intenso asegurado.
Histriónicos y cambiantes, sin querer queriendo, homenajean la quintaesencia del rock nacional, o lo que hubiera sido del mismo si las poses, el estrellato, los lugares comunes y el desgano artístico tan actual hubieran sido suplidos por la perseverancia, el riesgo, el talento y la actitud.
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