RESEÑAS

Perro amor explota

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A las 21, Maturana estaba terminando su show a sala semivacía. Cuando el telón se cerró, la banda soporte huyó del escenario, comenzando así la cuenta regresiva para el grupo principal.

Durante la siguiente media hora, El Teatro Colegiales se fue llenando tímidamente de gente para todos los gustos. Adolescentes, adultos, niños, pendeviejos; casi todas las generaciones unidas para disfrutar de una velada sana y amena. Aunque claro, a la hora de los bifes, adelante de todo agitarían los más jóvenes, seres rebosantes de vida.

A las 21:40 se armó la conga. Con HDP, canción de protesta atrapada dentro de un contagioso ritmo musical, La Perra que los Parió abrió su concierto.

En la previa, el grupo advirtió que la presentación sería una excusa para despedir La suerte la fabricás vos, su último disco, y además para mostrar algunos adelantos del próximo, Lo lindo de lo feo. Pues bien: al cuarto tema, la cuenta ya estaba saldada. ¿Por qué? porque tocaron Cómo evitar que sangremos, un ska que ya es el primer corte del CD que se avecina.

Mientras tanto, abajo del escenario, los globos explotaban cada vez más fuerte, y las serpentinas en aerosol caían derrochadas sobre el cabello de La Jauría. Cotillón, presente.

Promediando la lista de temas, Por siempre y Esa gente dieron pie al break de LPQLP. De este modo, los músicos se retiraron momentáneamente, dejando en escena un regalito sorpresa. El obsequio en cuestión se trató del video de HDP, la mencionada canción de protesta que dio comienzo al recital. Las imágenes que se suceden allí, se encuentran muy emparentadas con la nefasta década del ’90 y la crisis del 2001. Atrasa, digamos. Pegarle hoy a Menem o al difunto Bernardo Neustadt, no parece algo demasiado jugado.

A la vuelta, Alarma, Murga para mi soledad, San Expedito, y una acertada versión de Nextweek, hicieron entrar en calor nuevamente a los espectadores. Para ellos, lo mejor estaba por venir.

Nahuel Cruz Amarilla, cantante de La Perra que los Parió, ya no tenía colgada la guitarra ni tampoco lucía su saco cuando propuso bailar las últimas canciones. El alma máter de la banda optó por vestirse para la ocasión, libre de viola, limitándose a arengar las estrofas siguientes.

Pulseras luminosas volaban por los aires de El Teatro, mientras La Jauría ensayaba coreografías dignas de observar detenidamente. Al compás del corazón, los rocandombes Déjate llevar y La perra disco bar, y la blusera El loco del arenero, pusieron punto final a la fiesta.

Los que se quedaron con ganas de más, ya tienen entrada, globo, nariz de payaso y serpentina en aerosol para el próximo show de LPQLP en La Reina. Cuidado: jauría suelta.

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