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Peligrosos Gorriones: la vuelta entera

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Peligrosos Gorriones oficializó su regreso el sábado por la noche en Vorterix y aprovecharon para grabar disco en vivo y filmar un dvd.

Peligrosos Gorriones siempre fue una banda rara, y como tal, así también lo fue su regreso. Reformados en 2010, desde ese año se dedicaron a tocar esporádicamente y crear nuevas canciones. Por alguna razón esa vuelta tuvo un bajo perfil y no todos se enteraron de los shows que la banda dio a lo largo del país. Cuatro años después, este combo insignia de los 90 hizo lo que se hacía en esa época: promoción con afiches, entrevistas en los medios gráficos y apariciones en programas de radio; trabajar de vuelta. Algunos hábitos son difíciles de matar ya que para las nueve de la noche el teatro se encuentra repleto. Vuelta en todo sentido.

Con los primeros acordes de «Manicomio gris» la gente no espera un segundo para volverse loca; muchos de ellos eran apenas unos niños cuando la banda se separó por primera vez. Lamentablemente algo falla en la guitarra de Guillermo Coda, ausente en toda la canción, pero tanta es la excitación de los presentes que esto no opaca el momento. No sería un show de Peligrosos Gorriones sin ese caos latente.

La música suena joven, ellos suenan jóvenes. Peligrosos Gorriones es un grupo sin dudas muy personal,  donde arrebatos de minuto y medio de métrica imposible como «Cachavacha» o «Cacería de caballos» son hits. Donde explosiones de adrenalina como «Un ardiente beso» o «Me extingo» se funden con canciones delicadas como «Estos pies» o «Por tres monedas», que no son hits reconocidos porque la poesía de Bochatón nada por terrenos donde uno puede sacar miles de teorías sobre de qué tratan, sin acertar y estando en lo correcto al mismo tiempo. Y la banda cae bien parada en todas estas facetas.

Tal vez este tipo de vueltas sirvan para apreciar a artistas que tenían mucho para ofrecer y sólo ahora reciben un poco de ese reconocimiento. Richard Coleman sabe de esto por lo que su participación  en «Siempre Acampa» y «Escafandra» (el estribillo y el hit más improbable del rock nacional) sale natural.

El grupo suena sin fisuras, lo cual es todo un  mérito, porque si hay algo que caracteriza a los Gorriones es que pareciera que cada integrante va por su lado y sin embargo todo fluye. Es claro que la banda dedicó tiempo y ensayo para sonar realmente como se debe.

No hay demasiadas palabras, sólo una treintena de canciones completamente delirantes que hablan de proyectores de cine, vientos Castelar y sábados de pura y libre fantasía erótica tecno de punta. Pensando en esto, uno entiende porqué no llenaron Obras. Y creo que sus fanáticos así lo prefieren. Solamente tres discos es poco para Peligrosos Gorriones, que definitivamente tenía cosas interesantes para ofrecer. Canciones nuevas como «Esto» o «Florería» vienen a continuar ese legado de una banda que se reúne pero que ya mayores no intentan copiar ese sonido o las cosas que hacían 20 años atrás. Y eso está muy bien.

El final es a todo trapo con «Manicomio gris» (esta vez como corresponde), «El mimo» y «El bicho reactor»; tres canciones clave del imaginario colectivo del grupo, que definitivamente es complejo.

Peligrosos Gorriones dio el mejor show desde su regreso, y uno espera que puedan mantener esta línea de cordura aunque se extrañe el caos. Pero con este grupo todo es impredecible, todo es locura, todo es peligroso. Y eso es lo adictivo de la banda.

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azafatodegira.com

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