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Paradise Lost: Nada de nostalgia

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Paradise Lost volvió a Buenos Aires por quinta vez para brindar tal vez su mejor concierto por este lado del mundo.

Si hay algo peor que caer muy temprano a una fiesta, es ser el organizador de la misma; Paradise Lost sufrió eternamente este estigma. Ser los creadores de algo, sin el menor reconocimiento, y que bandas con propuestas más débiles pero claramente inspirados en ellos se lleven las mieles del éxito. La historia del gil trabajador.

En su quinta visita al país, Paradise Lost ha logrado mantener una base sólida de fans, aunque mucho menor a la que deberían tener en realidad. Sí, el Roxy Live está completamente colmado, pero hay algo de injusticia en ello. Aunque ni bien sale la banda en escena predomina el orgullo, tanto de los músicos como del público: 25 años de batalla han creado una banda realmente impecable.

Acierto número uno: desde la primera canción, «Mortals watch the day», el sonido será absolutamente impecable.  Esto quiere decir que mientras una guitarra hace los solos, se puede distinguir la guitarra rítmica y el bajo, o que la batería esté fuerte y no tape las voces, que al mismo tiempo se distinguen a la perfección. Hay un instante que hacer dudar de  todo, justo antes de la segunda canción, donde falla algo de la batería y el cantante se retira completamente enojado. Afortunadamente esto se solucionaría rápidamente y disfrutaríamos del mejor humor de Nick Holmes, que es todo un personaje en sí. A veces uno piensa que tal vez como comediante de stand up le iría mejor que como músico; sus intervenciones son opuestas a la oscura y solemne música del combo, pero sin dudas hacen más entretenido el show.

Sin material nuevo que presentar, la banda aprovechó los festejos por sus 25 años de existencia y nos entregó una recorrida por cada uno de los 13 trabajos de estudio que poseen (a excepción de «Believe in nothing», de 2001) lo que derivó en un repertorio de 1 canción por disco, logrando un set bien variado. Hubo tiempo para esos temas que los convirtieron en los creadores del metal gótico («Gothic», «Remembrance»), hits radiales discutidos por los fans más acerrimos («Say just words», «One second») y composiciones totalmente opresivas («Rotting Misery»). Pero sin dudas el hecho a destacar son las canciones de la última época: «Tragic Idol», «Over the madness», «Never for the damned» y «Faith divides us -Death unites us» son canciones de los últimos 10 años que no tienen nada que envidiarle a esos clásicos. Ninguno de los discos de donde vienen esas composiciones tienen algo que envidiarle a los clásicos. Tal vez al no tener un foco de presión y no estar bajo el ojo crítico hicieron que la banda pudiera componer la música que ellos quisieron dando estos resultados.

A pesar de ser la última fecha de una gira bastante apretada, Paradise Lost no denota signos de cansancio, sino más bien todo lo contrario; al parecer, haber dado shows tantos días seguidos aceitaron los motores, con la voz de Nick Holmes incansable y un inspirado Greg Mackintosh, uno de los guitarristas más creativos e ignorados del género. Todo eso no podría ser posible sin una banda que, sin tener las luces del protagonismo, entiende exactamente cuál es su trabajo en  la banda.

Y firmes en su intención de no rendirle cuentas a nadie, la banda se da el lujo de dejar himnos afuera ( «Hallowed land», «Forever Failure», «The last time», «Embers fire») y nadie se queja. Así de vigoroza es la actualidad del grupo.

Paradise Lost es una banda pionera, fundamental. Nadie puede decir que discos como «Draconian times» o «One second» no tienen hits  radiales, o que trabajos como «Icon» o «Shades of god» no son emblemas de la música pesada. Sin embargo, el mundo ha decidido darle la espalda. Tanto al público como a los músicos parece no importarles, y a juzgar por lo visto el domingo, está muy bien. No los necesitan.

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azafatodegira.com

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