RESEÑAS
Ojas de invierno

Hace frío. Y sí, estamos en los primeros días de agosto, qué novedad. Pero hace frío en serio, chabón. En la piel, en los huesos y en los bolsillos. No hay nadie en las calles; de noche, lugares uncool como Flores tienen pocos borrachos en sus bares, casi no hay comensales en los restaurantes de comida fronteriza, ni tampoco hay demasiada presencia en los puteríos aledaños. No abunda el billete, ¿para qué van a salir, entonces, de sus casas? Calentarse con una estufa eléctrica, la tele o, por qué no, con la patrona, es una mejor idea.
Pese al desolador panorama, bondis semivacíos -y algún que otro auto-, pararon en Rivadavia, para que quien quisiera, entrase al Asbury. Allí se daba una nueva Lima Limón, celebración que intenta sobresalir de entre todas las ofertas fiesteras que ofrece Buenos Aires a fuerza de música con onda, proyecciones, gente despierta y lo mejor de todo: una banda en vivo.
Esta vez, los anfitriones fueron los Ojas, un grupo que se las trae, que, vía SonyBMG, acaba de editar “Efecto”, el disco que fue el eje del repertorio.
Poco después de las tres y media de la madrugada del domingo, se acomodaron como pudieron las dos guitarras, la batería, un sintetizador, un bajo (de cinco cuerdas, hermoso, muy rockero y en manos de una chica: Ana Bellone que, sí, está buena) y el tipo que, además de darle al violín, lo cambiaba por percusiones y tubos, según lo necesitase. Se los presento: Álvaro es su nombre y a pesar de que, por momentos, el sonido de su instrumento no llegaba con nitidez a los oídos, bien vale mencionar su esfuerzo para hacerse notar dentro de una masa uniforme de rock experimental, moldeada con buena distorsión.
Por estética, los Ojasse acercan a Arcade Fire y al Catupecu Machu de “Cuadros dentro de cuadros” (2002). Lo curioso es que estas referencias son posteriores a la formación del grupo, quienes existen como tal desde el 2001. Pasó mucho tiempo desde que comenzaron a transitar el camino que los trajo hasta hoy. Del hardcore a los climas intensos de temas como “Kin”, “Hablo de vos”, “Como rebeldes”. El puñado de fans, agradecidos por el flash. Y los demás también, cómo que no.
Al terminar el set que casi alcanza la hora de duración, Iván, el cantante (que no paró de moverse ni de gesticular), agradeció a los presentes, a la fiesta, a todos. Y se fue, metido en su campera de corte militar, verde, buen outfit para un frontman carismático, ante la dilatada mirada de quien mirase para el escenario y no para las pantallas.
Claro, por supuesto que la fiesta siguió un buen rato más. Algunos se fueron tras el gran show de Ojas; sus oídos ya no podían pedir más, suficiente bálsamo para una noche. Los que se quedaron tuvieron como recompensa más música, películas del palo (“Un detective suelto en el kinder”, por ejemplo), vicios varios… pero esa ya es otra historia.
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