RESEÑAS
Noche de estreno

“Mi pasado me atiende en pantuflas…” reza el primer verso de “Preguntas equivocadas“, canción de su disco debut como solista; faltan sólo diez minutos para las 22.00 y la elección del tema de apertura se muestra más que oportuna. Así, como su pasado, Iván Noble pareciera recibir a su público en pantuflas. Y no es que haya salido al escenario con esas “zapatillas para andar por la casa”, como le dicen. Es otra cosa. Es la delicadeza con la que hace sonar las primeras estrofas, la oscuridad que envuelve al teatro por completo, la escenografía ausente, el fondo puramente negro, los micrófonos de pie vacíos y el solitario cilindro de luz blanca que lo ilumina a él y a su guitarra.
Sí, efectivamente, como si estuviera en el living de su casa… y en pantuflas. Pero no, es el Gran Rex. Y además, es un Gran Rex colmado de viejos y nuevos seguidores del cantante, deseosos de romper, en pleno martes, con la rutina que los agobia semana a semana. Por eso no le dan espera a las palmas de sus manos y, ni bien se enciende esa única y tímida luz sobre las tablas, lanzan una cálida ovación hacia el artista en escena.
Así era como, luego de 6 años de carrera como solista, Iván Noble debutaba en el teatro de la calle de las plumas. “Esta es una noche muy soñada por mí… hace mucho que no sentía las cosquillas que siento hoy”, se encargó de aclarar, emocionado, antes de interpretar “Malasangre”. Para ese entonces la visión que se tenía desde las plateas y pullmans era otra. El fondo negro se había convertido en una suerte de bosque iluminado con una tenue luz azul, todos los músicos ya estaban en escena y las luces permitían jugar con diversos colores en cada canción.
Como el personaje de Diego Capusotto, Claudio María Cunilinguis (el “pesado del rock” que pide temas en los recitales), el público presente aprovechaba cada silencio para tomar protagonismo por un instante y alzar su voz en reclamo de algún clásico de Los Caballeros de la Quema. Entonces sonó, en uno de los momentos más explosivos de la noche, “Otro jueves cobarde”, para la cual sumó su guitarra el viejo compañero de ruta, Pablo Guerra.
En “Decime que esa noche nunca existió”, aquella crónica que revive las madrugadas amanecidas con la persona equivocada, tomaron el micrófono Adriana Varela y su potente voz tabacalera. “Pensé que la letra podría ser tomada como un manifiesto machista”, confesó Noble. Y siguió: “Por eso decidí invitar a una mujer a cantarla. Entonces llamé a Adriana, le leí la letra y cuando terminé me dijo: ¿Sabés las veces que estuve así?”. Bingo.
Los invitados siguieron desfilando y, luego del pequeño homenaje a Charly García con la interpretación de “Promesas sobre el bidet”, subieron Rodrigo y el Tano, integrantes de Ella es tan cargosa. Así se produjo otro de los momentos más altos del show, cuando realizaron en conjunto “Hasta estallar”, de Los Caballeros. Más tarde, Los Súper Ratones ayudarían en “Bendito infierno”.
Pasaban las 00.30 y los bises se multiplicaban alrededor de la presentación de los músicos. Como últimas perlitas sonaron el viejo “Oxidado” y “Otro vaso y me voy”, despidiéndose así de quienes habían ahuecado sus butacas durante casi tres horas.
Los que prefieren su faceta melódica, los que extrañan el rock de los Caballeros, los que fueron de casualidad; una noche que logró conformar hasta a el más troglodita seguidor de la banda que el músico lideraba en los ‘90 y que, seguramente, será difícil de olvidar para más de uno. Sobre todo, para él.
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