RESEÑAS

No vale un Perú

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“Nada es tan peligroso como ser demasiado moderno; se corre el peligro de ser demasiado anticuado”. OSCAR WILDE. A las 3:10 de la madrugada, con un look electro punk, RUDY subió al escenario, acompañado por los mejores amigos de la generación post sónica: Laptop, teclados y consola. Las canciones no fueron protagonistas del show, ya que estaban desarmadas a gusto del músico, y esto fue lo mas interesante del concierto, porque de esta manera, Rudy logró un verdadero “en vivo” de sus composiciones.

Su propuesta se vale de re-ediciones de sus temas en vivo, dejando en muchos casos, los resultados al azar. “Es lo que se usa ahora, este programita es el nuevo chiche de todos” explicó así RUDY MARTINEZ, antes del recital, el motivo de su búsqueda artística.

Su estrategia era siempre la misma: bases en constante mutación, que de a ratos formaban climas estupendos, aptas para baile, y en otras ocasiones mal-formaban el enganche creando destiempos que lo entorpecían todo. No había letras, ni voces en absoluto, lo más cercano fueron unos sonidos vocales sampleados que se dispararon en escasos momentos. El juego con el público y la intensidad in crescendo de su música pareció divertir a la audiencia las primeras veces, pero ya aburría al repetir el chiste una y otra vez.

De repente, las secuencias se tornaron más violentas, sin darle la espalda a lo bailable. Y de esa forma, con una especie de acople guitarrero pasado por el filtro de las máquinas, dio por finalizado el show. Un concepto que no ofreció nada nuevo y no presentó nada original.

Sus sonidos no rompen con el tan elitista ambiente del electropop porteño, sigue el tren de lo que está en boga. El peinado estilo UK SUBS que usa no concuerda con sus ganas de complacer a las modas populares. No apunta al buen oyente ni tampoco a la popularidad. Muere en el medio de esos dos polos.

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