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Napalm Death: Gil trabajador
La legendaria banda inglesa dio un show vibrante en un Unclub repleto, el martes por la noche.
Hay leyendas y leyendas. Mientras bandas como Iron Maiden viajan en su avión privado y Metallica es la cara de ropa de diseñador italiano, hay otras que han ayudado a inventar y definir un género, pero que no corren con la misma suerte. Napalm Death es el pilar del metal extremo y 35 años de carrera así lo certifican. Pero lejos de los estadios o las grandes arenas, lejos de los aviones privados y las mansiones en Los Ángeles, los ingleses de la ciudad más obrera de Inglaterra, Birmingham, llegan hasta el barrio del Abasto arrastrando sus instrumentos, levantándolos al escenario, trabajando como si fueron esos adolescentes de hace 35 años, haciendo su propia prueba de sonido a la vista de su público.
Un Uniclub abarrotado recibe a la leyenda que no está dispuesta a vivir de su pasado. Con el reciente “Apex predeator – Easy meat” a cuestas, la banda sabe que a través de canciones como “Smash a single digit” o “How the years condemn” puede crear una lista sólida. Tanto es así que mucha gente sube a gritar esas composiciones. Y lo mismo pasa con el repertorio del periodo 2000-2016: canciones como “Everyday pox”, “Cesspits”, “Persona non grata” o “Smear campaign” demuestran que no es necesario recurrir a la nostalgia. De hecho, el material de los 90 es olímpicamente ignorado. ¿Es malo? ¿No tuvo trascendencia? No, es que, en una discografía con 16 producciones de un nivel parejo, se puede prescindir de eso. Esto es Napalm Death en 2016, no en 1993, y tiene sentido que no quieran volver a eso: el grupo suena fuerte y claro, sin discusión.
Es extraño, pero el recuerdo viene por el lado de “Scum”, un disco en el que ninguno de sus miembros actuales tocó o compuso. Napalm Death es más una entidad que un simple grupo, donde un sinfín de músicos pasaron por sus filas. Tal vez ese desfile de artistas hizo que ese disco sea lo que es, pero aún así resulta peculiar ver a la banda que creó todo eso convertirse en una banda de covers de ellos mismos. ¿Tal vez es intelectualizar todo demasiado? Realmente nada importa cuando el grupo entrega furiosas versiones de “Scum”, “Life”, “The kill”, “Deceiver” y “You suffer”, esa obra de arte que todavía mantiene el record de la canción más corta del mundo: apenas menos de un segundo.
A medida que pasa el show, la intensidad y la cantidad de gente volando se hace mayor. Barney Greenway habla en castellano, se muestra amable, hace chistes y explica el origen y el dilema de cada canción, para luego gritar como un desaforado en ese torrente de energía que es cada composición de la banda. Es una persona que, a pesar de los años, todavía le importa.
Después de 70 minutos de show, los músicos no se despiden. Greenway saluda a su público mientras el resto de la banda desarma el set y guarda sus instrumentos a la vista de todos. No hay presupuesto para asistentes. Estamos en junio y la banda tal vez ya ha dado 150 shows por todo el mundo, y les quedan uno 100 más. Porque ser músico también es un trabajo, y si no se trabaja, no se come, no se pagan las cuentas. La única diferencia es que ellos tienen que viajar por todo el mundo para hacerlo. Y todavía dan clase de cómo hacerlo, porque el hambre existe y es el único secreto para hacer arte con sustancia que sea atemporal. Seguramente los miembros de Napalm Death quisieran una vida más tranquila, pero con shows así y discos como el que vinieron a presentar, somos egoístas y agradecidos de su desgracia.
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