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Música para no olvidar

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Imaginá que en un día como hoy pero atravesado por otros factores históricos, un grupo de estudiantes platenses toman la voz en reclamo por un boleto escolar secundariomás accesible. Y que un operativo militar consigue en los días 16, 17 y 21 de septiembre de 1976 atropellar la vida de siete de ellos. Ahora, a 32 años de éste genocidio de chicos de entre 16 y 18 años, las plazas de la Ciudad explotaron de expresión. Entonces la música materializó goces que naturalizamos, como la libertad y el derecho a la vida mediante lo discursivo, lo corporal y lo sonoro. Acá te acercamos a la acción.

Desde la mañana en la plazoleta de La Noche de los lápices, frente a la Facultad de Bellas Artes, la agrupación Cultural “Pibes: Producciones Itinerantes”ofreció múltiples actividades artísticas sobre paneles blancos dispuestos no sólo en la rotonda sino en las calles aledañas. Mientras, por las cajas de sonido ubicadas en los árboles, los Resistencia Suburbana, Riddim, Sueños Sonoros, Ataque 77, La Bersuit Vergarabat, El Majebrí y Nonpalidece hacían oír su voz.

Si bien el programa pautaba que el armado del escenario se haría hacia el mediodía para largar con las bandas invitadas en vivo hacia las dos de la tarde, a raíz de que la estructura no llegó a horario, el hecho se demoró. Cuando efectivamente el escenario, las luces y el sonido se montaron frente a la rotonda, Caras Descartables, 107 Faunos y Javi Punga comenzaron a tocar a partir de las 20.

Luna llena de cuero

Cuando cesó la amplificación, el candombe de “Tambores Tintos” de Ensenada y del taller de percusión “La Sonora” de la Plata acaparó la atención por el costado del escenario. Con notable energía realizaron la presentación de Romina Speranza, Andrés Colson, Héctor Merlín y Matías Coronel en tambores chicos, Potolo Abregó en tambor piano, Maricel Acayú y Ariel Rodríguez en tambor repique, y Karina Perilla como “la balarina” y Ricardo Pérez Sbrascini como “El gramillero”. Tras el cierre recibieron una ferviente aceptación.

A continuación, Pájaros sobre el escenario. Fernando Richard en voz y guitarra rítmica, Julián Alfano en primera guitarra y coros, Rodrigo Velásquez en batería y Gastón Peirano en bajo, ofrecieron una faceta más clásica de la mano del country y sonaron renovados con el devenir del grounge. Cabe destacar que entre el público contaron con la presencia de personajes de la aristocracia del sonido, como es el caso de Pepe Fentón, primer bajista de los Redonditos de Ricota. 

La banda abrió con “Enloquecí”, siguió con “Al Arrullo” y “Sonrisa esquiva” para llegar a un tema escrito hace diez años atrás titulado “Sin memoria”, que aborda una desaparición latente en el tiempo. Se sucedió “Beto”, un personaje que denuncia el acoso policial, tras una detención callejera con los fines de golpear y de inculpar para que la televisión tenga un nuevo protagonista. Y los vises trajeron a “Sólo al mar” y a “El perro”, que desdobla la sensibilidad y la parte dura de la realidad, para advertir, una y otra vez , “Cuidá tu cuero”.

Se quiso el fin y había más

Se hicieron las 22 y un flete en la calle 8 indicó que la jornada llegaba a su fin. Pero quedaban bandas por tocar, fue entonces cuando Pura Vida y Bar, ubicado al frente de la Facultad de Bellas Artes, dispuso las instalaciones para que se concluya con lo programado. El público copó el lugar y tras el sonido alternativo de Atmosferia y el reggae rock de Varsovia, La Flower Power se hizo presente.

Sobre el nuevo espacio se ubicó Leo Enano en batería, D.A.I en teclados, Ropo Centurrelli en bajo, El Pota Saavedra y Toby Villa, en primera y segunda guitarra alternando sus lugares, y Facundo Gelvez en guitarra acústica, charango y voz. Bajo el escenario, junto al público, se situó Fer Mosca en violín y Beto Cuenca en saxo. Una vez conectados a los equipos abrieron con “Lady Cartón”, una obra que comienza en una apacible influencia de jazz y samba, y logra un clímax de liberación atroz mediante el rock con arreglos de blues.

El segundo tema, llamado “Four”, se basa en un jazz donde la improvisación parece gobernar la pieza, pero se trata de un estilo bien manejado. Los toques armónicos de Mosca y Cuencaproponen una abstracción que, si es canalizada por el espectador, logra elevar los pies del suelo, y eso se vio. Continuaron con “Cóndor pasa”, una adaptación de un carnavalito, que inició con la cadencia reggae, y subió de forma escalonada hacia la esencia norteña.

Llegó el momento de los covers: empezando por “En ésta pálida ciudad”, de Billy

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