RESEÑAS

Música del alma

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Junto con el día de Calamaro, este prometía ser otra de las jornadas familiares del festival, aunque la posibilidad de lluvia amenazaba con arruinarle los planes a los pocos presentes que había a la hora en que Adrián Oteroarremetía con el escenario principal. Parece que el cantante está sufriendo el síndrome místico del rockero argentino influenciado por Osho: se lo ve muy reflexivo después de su alejamiento de Memphis La Blusera. Así, con algunas temas de su ex banda logra llamar la atención de algunos de los presentes. El problema son los temas de su disco solista. No desentonarían en el repertorio de Palito Ortega. Igual ojo con Palito, eh.

Los uruguayos de El Cuarteto De Nos brindan un set tan efectivo como obvio. A fuerza de los hits de su último disco, “Raro”, logran entretener a unos cuantos fanáticos y a los curiosos que se enganchan por el lado de las letras.

La Portuaria, por otro lado, aburre con un set plagado de temas de su último disco, “La vaca atada” (¿pariente cercano del “Toro y Pampa” de Ricardo, tal vez?), y apenas algún que otro tema de antaño como “Selva” y “El bar de la calle Rodney”,pero que no logran enganchar. Incluso experimentan con un tema de corte reggaeton y con unos bailarines haciendo acrobacias, además de un coro de chicos, para el tema “Big Bang”. Futuro incierto el de esta banda. Frenkel, la gente te pide que recapacites.

Otro que tiene futuro incierto es el Bahiano. Con un reggae para gente que escucha Fm Hit termina por aburrir al ya de por sí aburrido público. Ni siquiera los clásicos de su ex banda, “Sin cadenas” y “Pupilas Lejanas”, terminan de convencer. Y menos aún los covers de Marley y Soda. Juanchi, te banco a muerte, querido.

Y después llega un Fito muy desprolijo, con Coki & The Killer Burritos como banda de apoyo tirando guitarrazos a diestra y siniestra, además de contar con Emme (¿Se acuerdan de Emme?) en coros. El set fue bastante eléctrico; hubo algunas versiones deslucidas de “Al lado del camino” y “11 y 6”. Pero en los momentos más rockeros, como “Tráfico por Katmandú”, “Circo beat” y “Tercer mundo”, logró levantar, y mucho, al hasta entonces dormido público. Ya cerca del cierre contó con Fernando Ruiz Díaz para una versión de “Ciudad de pobres corazones” a cuatro guitarras. Para el final dejó “A rodar la vida” y “Mariposa tecknicolor”. Se vio una versión más cruda de Fito, aunque cabe admitir que se extraña a sus coequipers Guillermo Vadalá y Gonzalo Aloras.

Apenas pasadas las 21 hs. Gillespie aparecería en las tablas del segundo escenario en importancia para darle un cierre definitivo. Jazz y solo jazz sería su repertorio, que dejaría el clima ideal para ver, probablemente, uno de los mejores shows del año. De esos al que luego todos habrán asistido y al que probablemente al momento de regresar haga que la banda duplique la gente que se acercaría a verlos.

Carter Beauford’s Band

Dave Matthews Bandcomo cabeza de cartel genera muchas dudas; uno pensaba que, como mucho, podría haber llenado un Gran Rex. Pero después del show de Páez parece que llegó una horda de gente, y si bien el lugar no estaba a reventar, se puede hablar de alrededor de 10.000 personas, lo cual es mucho para una banda de jazz en un festival de rock.

Ahora, lo más raro es que tal vez el músico por el que la banda lleva el nombre, sea el menos importante. Dave Matthews lidera, pero atrás tiene un arsenal de virtuosos. Pero vamos con el show.

Abre con “So much to say” y la gente empieza a agitar de una manera increíble, coreando cualquier cosa. Mas o menos como con Pearl Jam en Ferro. Si no fuiste, perdiste (?). Pero de golpe se corta la energía. No se escucha absolutamente nada. Matthewspone esa cara de entre violador y loco que tiene, seguramente pensando con qué salsa sazonar a los encargados del sonido para comérselos vivos. La gente empieza a invocar al espíritu de la otra gaseosa cola, cosa que saca una sonrisa al músico. Pero todo se arregla y que siga la fiesta.

Y si pensabas que la banda solo es el tipo y un par de sesionistas, estás mal. Sin esos músicos, la banda no sería nada, no existiría. Tim Reynols, un guitarrista muy prolífico y prolijo que parece una estatua sobre el escenario. El bajista, Stefan Lessard, que con solo 16 años ya estaba tocando en la banda. Un prodigio. Boyd Tynsley, en violín; no te larga una sonrisa, pero cómo toca. Y Carter Beauford,el más aplaudido de la noche, sin dudas. Toda la onda en una sola persona: el tipo no para de reírse durante todo el show (creo que la mitad de la gente había ido para verlo a él). Además, Rashawn Ross y Jeff Coffin en los vientos, teniendo la dura tarea de reemplazar al recientemente fallecido Leroi Moore, cosa que hacen más que dignamente.

Tal vez para algunos resulte tedioso el hecho de que en cada canción los músicos se manden una zapada. Pero si no podemos apreciar el hecho de ver a semejantes músicos crear ahí mismo, algo malo nos está pasando.

Y el show se pasea por temas de todos los años: “Ants Marching”, “Two Step”, “Warehouse” etc… Aunque no sorprende la falta de clásicos como “What would you say”, “Best of whats around” o “Crush”, temas que los han hecho conocidos y no son tocados con frecuencia. Acá no fue la excepción. Pero sí suenan algunas composiciones maravillosas como “Don’t drink the water”, “Crash into me” o el cover de Dylan, “All along the watchtower”, con el que cierran el concierto.

Así pasó otra jornada del festival. Una fecha que proponía acercarse a escuchar otro tipo de música, tal vez. Por lo pronto, de acá en adelante solo restan las fechas más rockeras.Y ahí estaremos.

azafatodegira.com

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