RESEÑAS

Motörhead lo hizo de nuevo

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Ya desde temprano, en las inmediaciones del club se iba respirando el clima de fiesta. Gente de distintas generaciones que iba y venía, alguno que otro con una botella de agua mineral cortada, cargada con vino y limones, el rugir de alguna moto o algún cuadro familiar que llegaba en auto, donde padres e hijos comparten la misma pasión que despierta el trío más rápido del rock and roll inglés.

Ir a ver a Motörhead es más que ir a un recital. Es un folklore que (por suerte) se sigue repitiendo. Es ir hablando con un desconocido en el tren acerca de cómo va a ser la lista de temas, mientras se comparte una cerveza que ya cambió varias veces de temperatura. Motörhead es sentir esa adrenalina que corre por la columna cuando comienza a bajar la bandera del grupo con la tapa de “Motorized”. Es ir palpitando el show una semana antes, preparándose para un día especial.

A medida que la gente iba llenando el lugar (campo agotado y plateas y populares bastante ocupadas), los locales Destructor y Aorta fueron empapando de metal las instalaciones del recinto, recibiendo la aprobación de los presentes, mientras que instantes después, Almafuerte brindó un gran show de una hora, en donde se pudo disfrutar de “A vos amigo”, “Toro y pampa”, “Niño jefe” y “Almafuerte”, entre tantos otros, además de algún que otro palazo de Ricardo hacia La Vela Puerca, la cumbia y Teresa Parodi, junto a algunas de sus clásicas frases.

Con la puntualidad que los caracteriza, y durante noventa minutos, los ingleses actuaron como un reloj, y desde el comienzo con “Iron fist” hasta el final con “Overkill”, a lo largo de diecinueve temas, el trío brindó una nueva presentación en nuestro país.

Se podría decir que los shows del grupo generalmente son bastante parecidos entre sí, pero al momento de escuchar el clásico “We´re Motörhead and we play rock and roll”, nada importa demasiado. Como es costumbre en sus presentaciones en nuestro país, se escucharon clásicos como “Stay clean”, “Rockout”, “Metropolis”, “Going to Brazil” y “Killed by death”, además del envidiable solo de batería por parte de Mikey Dee, quien durante unos cuantos minutos se encargó de arrancar aplausos a base de aporrear su instrumento y lanzar infinidad de banquetas al aire.

La imagen del trío en escena no depende de nada extra. Tan sólo la bandera con el estampado del último trabajo discográfico cobija a Lemmy, al inquieto baterista, y a Phil Campbell, quien con su perfil bajo y un gran cambio de guitarras a lo largo del set, llenó de acordes la noche. Motörhead es simple y no necesita de nada más que su música para venderte su arte.

También (y al igual del show del Luna del 2007), hubo tiempo para partes acústicas, como el caso de “Whorehouse blues”, donde Kilmister se acompañaba con una armónica.

Como es costumbre, y sobre el final, el infaltable “Ace of spades” fue coreado hasta por los mudos,  y con la gente en llamas, Motörhead brindó una inolvidable presentación en nuestro país, mientras el distorsionado y grave sonido del bajo de Kilmister acompañará los oídos de los que estuvimos ahí por unos cuantos días.

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