RESEÑAS
Momentos particulares

“Ay, sus palabras”, entona GABRIEL RUIZ DÍAZ junto a la formación de CATUPECU MACHU en un momento prestado por CABEZONES. El primer paso de la banda santafesina en el estadio Obras, el sábado de la noche, es el broche de un cierre de un año inolvidable, tanto por su fulgor como por su opacidad.
Mientras, CÉSAR ANDINO, voz líder de CABEZONES, observa parado, sosteniéndose en un bastón negro. La fuerza de su voz utiliza durante el show todas las energías que su cuerpo no puede desplegar. La primera aparición en los escenarios después del accidente que sufrió en marzo de este año junto a GABRIEL RUIZ DÍAZ (bajista de CATUPECU, actualmente internado y ausente siempre presente en los pedidos del público) convierte al primer Obras, totalmente repleto, en un evento único.
Y la canción “Pasajero en extinción”, casi al final del show, se transforma en el instante condensado de ese proceso, el punto final del momento particular.
Con ZETA BOSIO como bajista invitado en las filas de CATUPECU, los sonidos de la melancolía que recorre las cuatro producciones de estudio de CABEZONES se materializan en las notas del teclado, que tratan de emular los matices del violoncello. Una a una, CÉSAR reparte las flores que tenía al comenzar la canción, sentado en una silla antigua que contiene su cansancio a lo largo del show.
Los golpes de ALEJANDRO COLLADOS sobre la batería se sienten en medio del pecho. Esa base rítmica furiosa y sin descanso que se manifiesta claramente en el primer tema de la noche, “Vertiente”, son la esencia primitiva que CABEZONES no abandonó desde su primera placa, “Hijos de una nueva tierra”, de 1997. Los coros se extienden durante todo el recital para alcanzar su punto máximo al escuchar las voces de CÉSAR y FERNANDO fundiéndose enmarcados en un escenario adornado con telas de formas geométricas, ubicadas en el fondo, que las luces transforman.
Los versos “Invítame a vivir en lo profundo de mi ocaso/ me elevaré” son los ejemplos exactos de la sensación que tiñe todas las letras de la banda, como “Lunes”, “Sendero cerebral” y el ya clásico “Globo”: reencontrar la armonía y la felicidad en los momentos de desolación y quiebre de la vida. De la banda.
La distorsión de las cuerdas de LEANDRO APUT y GUSTAVO MARTÍNEZ está acompañada por las luces titilantes y la efervescencia del público, que se ve luego de los momentos de oscuridad prontamente disipada por el fulgor instantáneo hasta que resuena en todo el estadio: “Soy un pasajero en extinción”. Las voces se enciman cuando canciones atrás fueron claras, como en el mix de “Silencia”-“Eso vive”-“Le di sol” en el que también cantó RUIZ DÍAZ, o en la excelente participación de RICARDO MOLLO minutos antes.
Las voces de los coros se amontonan creando un cúmulo impenetrable de sonido y apenas se puede distinguir la voz de ESTEBAN SERNIOTTI, guitarrista de la banda, además de productor de los lp´s “Jardín de extremidad” (2005) y “Eclipse (sol)” (2003), además el dvd “Bienvenidos”, que ya alcanzó el disco de oro.
CÉSAR, de pie como en otros momentos del recital, entona a capella la repetición del estribillo. El cielo de papel, la imagen sola, todo desaparece entre el público que comienza a corear por el bajista que está en un sueño, “en un momento, nomás”, según ANDINO.
“Ella se olvidó de mí”, “Alud” e “Irte” es el triplete de bises para la despedida del primer paso después de varios meses, donde frases como “no lo vuelvo a hacer, caí” -de “Globo”– cobran otro sentido. Donde se confirma que “lejos es no estar”, incluso en estos pequeñísimos momentos particulares.
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