RESEÑAS

Minideth

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Repentinamente, una terrible noche, el número trece se apoderó de Dave Mustaine; el colorado comenzó a ver un trece en el piso y otro en el techo, uno en la frente de su vecino que lo espiaba por la ventana y otro en la de Pamela, su mujer. Frenético, advirtió sobre su pecho un tatuaje de un trece que nunca se hizo. Y, demente, pensó de otra manera en que llegó al mundo un día trece: “El trece está en todos lados”, repite ahora en las entrevistas moviendo la cabeza incesantemente, de arriba a abajo. “Y es nuestro disco trece y yo empecé a tocar la guitarra a los trece. Jesús y sus discípulos son trece. Cuando miro un dólar, hay trece estrellas, trece flechas y trece hojas”, agrega. “Si te enfrentás contra un comité, te vas a encontrar con doce miembros más el presidente, es decir trece tipos”, dice.

Por supuesto, el nuevo disco de Megadeth se llama “TH1RT3EN”, así en mayúsculas, porque la obsesión es grande. Y la banda vino a Argentina en el marco del lanzamiento de la producción, con dos fechas en el Estadio Malvinas Argentinas. Veamos, entonces, lo que ocurrió en la primera de ellas, ayer miércoles, día que para miles de metaleros no tenía sentido sino hasta la noche; todas las horas anteriores eran nomás molestias que dejar atrás lo más rápido posible. Un día extraño y un show, repasaremos, extraño también; un día que arrancó lluvioso y gris pero que súbitamente se tornó soleado y colorido, justo en ese momento en que los primeros heavys comenzaban a ingresar al lugar. En el campo, todavía con claros antes de llenarse por completo al igual que populares y plateas, los muchachos se mostraban ansiosos por demás; uno andaba sacándole fotos a otros porque sí, les gritaba “¡Megadeth!” y automáticamente recibía gritos y cuernos y conseguía la imagen que quería retratar. Hasta que dos muchachos, algo tímidos, respondieron al grito agachando la cabeza y evitando la foto. “¡Eh, esto es Megadeth, loco!”, protestó el fotógrafo espontáneo, decepcionado.

Mientras tanto, Serpentor probaba sonido, una prueba de una media hora más o menos; finalmente, sumando su media hora de set en vivo, con toda su arrolladora potencia, el grupo terminaría mostrándose lo mismo que el número principal. Pero antes de referir la presentación de Megadeth, hay que comentar que después de Serpentor hizo lo propio la versión 2011 de Malón: sólo cuatro canciones tocaron, entre ellas “Gatillo fácil” y de Hermética la introducción de “Cráneo candente” y “Tú eres su seguridad” completa. Un adelanto de lo que será el regreso formal de Claudio O´Connor, el tano Romano, el pato Strunz y Carlos Kuadrado, el 18 de diciembre en el mismo Estadio Malvinas Argentinas. Y un adelanto, asimismo, de que un show puede ser más breve de lo que se espera…

Finalmente llegó el momento: sobre el escenario, apareció como un holograma fantasmal Shawn Drover y comenzó a accionar su batería. Después, surgió Chris Broderick con su guitarra y, al instante, David Ellefson y su bajo. Sólo faltaba Dave Mustaine para que todo explote, porque el campo en particular era una bomba de tiempo que la presencia del colorado detonaría. Y así fue, apareció él y “Trust”. Sin mediar nada, la banda hizo “In My Darkest Tour”, “Hangar 18” y “Wake Up Dead”. No se escuchaba bien la voz; en algunos sectores del lugar, de hecho, el público protestaba que se oía directamente mal y no sólo al cantante sino a todo el conjunto. Lamentablemente, la situación no mejoraría durante el desarrollo del concierto.

“Buenas noches, gente, ¿la están pasando bien?”, saludó y preguntó Mustaine volviendo del primer pequeño descanso que se tomó. Y, solo sobre el escenario, introdujo el siguiente tema: “Esta canción es sobre una mujer diabólica”, refiriéndose a “She Wolf”. Luego, ya no solo sino en compañía de Broderick, arrancaría uno de los clásicos que tuvo esta noche de clásicos: “A Tout Le Monde”. Porque el show no fue sobre “TH1RT3EN”. Aunque, sí, Mustaine dijo: “Tenemos un nuevo disco, ¿saben? Y queremos mostrarles unas canciones. Esta es la primera vez que tocamos este tema en todo el mundo”, hablando de “Whose Life (Is It Anyways?)”. Del flamante álbum, además, sonaría “Public Enemy No. 1”.

La escenografía fue de lo más sencilla; un trapo negro gigante, con el nombre del grupo en blanco. Y en un costado una bandera con Vic Rattlehead, la calavera del conjunto que tomó vida para pasear un rato entre los músicos mientras estos estaban palo y palo. ¿Y qué decir del show en sí, sencillo como la escenografía? Y es que en esta crónica del mismo, donde se fueron citando tema a tema, ya sólo quedan cinco canciones por nombrar. Porque la noche que tanto esperaron miles y miles de metaleros sólo tuvo trece canciones de Megadeth. ¿Hasta ese punto llevó su obsesión Mustaine por el número trece, que ahora hace conciertos con esa cantidad de temas? “Head Crusher”, “Sweating Bullets”, “Symphony of Destruction”, “Peace Sells” y “Holy Wars”completaron la lista de las trece canciones.

Sólo una hora y monedas duró la primera presentación de Megadeth en Argentina. Y, obviamente, dejó un sabor extraño, a poco. Cabe recordar que, en la previa, hubo versiones de que la gira por Sudamérica no se haría porque Mustaine estaba mal de salud; finalmente, el tour se hizo pero, quedó demostrado, no en un plano ideal. Considerando el costo de las entradas (el campo, $ 350; las plateas, $ 450), la decepción del público fue importante; había que ver esos rostros impávidos, observando sin dar crédito cómo el grupo saludaba, daba las gracias, tiraba palillos y púas y se esfumaba de su vista, mientras la música de fondo y las luces encandilantes invitaban a salir. Había que ver a esos metaleros que por primera vez en sus vidas, después de ver y oír a Mustaine y sus muchachos, no sentían ganas de gritar: “¡Aguante Megadeth!”.

Redacción ElAcople.com

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