RESEÑAS

Matando la paciencia

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La fila para entrar al Amalfitani era de más de dos cuadras cuando ya habían pasado varios minutos de las 20, hora en que comenzaba el show de STARSAILOR.

Pero el malestar aumentó cuando al llegar a la puerta, los encargados de revisar los bolsillos, botamangas, carteras y mochilas de manera exhaustiva eran agentes de la Federal. Mucha falta de tacto desde la organización predispuso mal al público que comentaba con sorpresa tanto manoseo.

Los acordes del hit “Four to the Floor”, que fue tocado en su versión original y luego remixada, cerraban la participación de la banda inglesa bajo un tibio aplauso de las no más de siete mil personas que había en ese momento, dando una imagen desoladora al estadio de Vélez.

Algunos minutos después, los famosos acordes de “Gonna Fly Now” -la canción de ROCKY- recibían a los cuatro integrantes de TRAVIS envueltos en batas de boxeo de distintos colores, que al tirarlas sobre la pasarela descubrirían las camisetas de la selección argentina. El espectáculo fue tan triste, que ni siquiera dio tiempo de reparar en lo demagógico.

El mal trago pasó a segundo plano cuando los encabezados por FRANCIS HEALY empuñaron sus instrumentos y brindaron una buena selección de sus mejores canciones, algunos viejos clásicos (U16 Girls o Turn) mezcladas con su reciente último disco, “The Boy with no Name”.

Con un pop de alegrías y melancolías en dosis justas, brindaron sonrisas y guiños repetidos a su selecto grupo de fans, que bailaban y festejaban cada canción, esos que sí habían esperado para verlos y que tenían más de los 20 años de promedio que había en el estadio, a diferencia de la mayoría de los presentes que se habían autoconvocado para ver el plato principal que venía de Las Vegas.

Ya habían hecho el único hit que sonó por estas pampas (la bella “Sing”), cuando todos juntitos –incluso el tecladista invitado- en el centro del escenario, tan solo con una criolla en manos de su líder y, ¡de nuevo!, todos de celeste y blanco hicieron un pre cierre coral con “Flowers In The Window”.

Luego terminarían con “Why Dows It Always Raining On me” lo que fue el set mas largo de la noche. Amenas y suavecitas, sus canciones recuerdan haberle abierto la puerta a COLDPLAY, pero también que los de CHRIS MARTIN los pasaron por arriba debido a la potencia de sus canciones y la valía compositiva de su líder.

Y en este punto de la noche, cuando el clima estaba lindo, ya se habían juntado 15 mil almas, y todos esperaban que aparezca THE KILLERS, el Festival Yeah se fue a pique.

Más de 80 minutos hubo que esperar para que el letrero luminoso de “Sam’S Town”, ubicado en el escenario, se encendiera y se escuchen los primeros acordes de la banda del carismático BRANDON FLOWERS, que no permitió a la prensa local que los fotografiasen. Un bache descomunal y un horario atípico, minutos después de la medianoche, para un festival de estadio. El público se impacientó aunque no mostró los dientes.

La fuerza que imprimieron (uno de) los nuevos referentes del pop/rock a su escasa hora de show fue el motivo por el que valió la pena haberlos visto y esperado estoicamente. Y es el cantante y tecladista quien lleva las riendas de ese ímpetu: eleva la voz sin desgastarla ni un poquito y cautiva, no se esconde tras el teclado, recorre todo el escenario haciendo poses, gestos y caras y la gente no le saca la vista de encima.

El violero DAVID KEUNING se destaca con solos filosos y coreados, que llevan adelante los principales himnos de la banda, mientras la base lo acompaña sin sobresaltos. Así, el joven público bilingüe no cesa de cantar cada letra de los ya convertidos en himnos generacionales, tales casos como “Somebody told me”, Mr. Brightside”, “When You Were Young” o Read my Mind.

Los gritos se apaciguaron cuando interpretaron dos temas que no están en sus dos placas: “Tranquilize”, que grabaron con LOU REED para un compilado de rarezas que sale en estos días llamado “Sawdust”, y una versión desenchufada de “Shadowplay”, de JOY DIVISION.
Condimentos extras que aportaron la cuota distinta a un contundente show repleto de sólidos hits que reafirman por qué se habla tanto de ellos en el mundo.

Musicalmente, la propuesta estuvo original y satisfactoria, con muchos puntos altos, la posibilidad de escuchar buenas canciones y de ver a tres bandas que nunca se habían presentado en el país. Aunque el nivel de convocatoria (12 mil en un estadio para 45 mil) no haya sido, siquiera, el imaginado por los organizadores.

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