RESEÑAS
Los delirios del mariscal

Mike Patton tiene dos tipos de seguidores: los incondicionales, que celebran toda forma de expresión suya, y los que no pueden pasar de Faith No More; a veces con razón, cuando muchos de sus proyectos son un rejunte de ruidos experimentales. Pero Mondo Cane va más allá de eso. Luego de vivir un tiempo en Italia y empaparse de la música de los 50 y 60, decidió adoptar el papel de crooner, formar su orquesta y recrear, a su estilo, canciones de la era dorada del pop tradicional italiano.
El choque de mundos es la especialidad del músico. Que el teatro Coliseo esté plagado de jóvenes con barbas y tatuajes no es una imagen que sea vea todos los días. Y que esa juventud sea el público de una orquesta que ejecuta canciones clásicas italianas, mucho menos. Básicamente, decimos: puristas, por favor háganse a un lado.
El comienzo se plantea con Il cielo en una stanza. El cantante al centro, una versión reducida de la filarmónica nacional a un costado, tres coristas al otro y la banda eléctrica atrás. El proceso pasa por escuchar. Tal vez alguna vez oyeron historias de sus padres o discos en vivo donde se llevaba a cabo esta actividad, donde se dejaba experimentar a los músicos, donde nadie pedía temas ni el público quería ser protagonista. Patton intenta no solo recrear canciones de este período, sino también recrear ese espíritu.
Pero claro, si creés que el tipo se pone en el papel de un Tony Bennet tano, estás equivocado. Los mismos gritos y alaridos característicos de su carrera están acá también. El ejemplo más claro es Urlo Negro, o cómo pasar de un extremo al otro en cuestión de milésimas. Todo ante la mirada atónita de los músicos de cámara, a los que hay que destacar: por más ensayo y partitura que tengas, debe ser una tarea difícil seguirle el ritmo a Mike. Por suerte sabe elegir su banda de apoyo que lo entiende en su locura. No estuvo Roy Paci, trompetista mano derecha del proyecto. Pero estuvo Trevor Dunn, ex compañero de Pattonen aventuras musicales como Mr Bungley Fantomas. Sin dudas, el otro gran aplaudido de la noche.
El momento jocoso de la noche se presenta con Mike tomando mate e improvisando sobre la canción Una cigarreta cambiándola por Una matecita mientras se ceba un amargo. Cabe decir que tanto su español como su italiano a veces hacen acordar a la mayoría de los argentinos hablando portugués.
El show pasa por todos los climas y trae imágenes de años de cultura Italiana. O por lo menos lo que aprendimos de “El Padrino” y “Los Sopranos”. Hay momentos que invitan al baile desaforado, otros intimistas, donde la canción italiana más pura se hace presente. Aunque lo más divertido sean los extremos, justamente para poder ver hasta dónde puede llegar todo. El choque entre lo clásico y lo moderno, entre lo delicado y lo catastrófico.
La imagen que sintetiza todo es la de Patton completamente transpirado, pero siempre con su pelo prolijamente engominado. Sin perder la esencia; básicamente elegante y sucio a la vez.
Te pueden gustar o no las búsquedas y experimentos de Patton. Algunas tienen mejores resultados que otras. Podrán no ser de tu agrado las interpretaciones de tan clásicas canciones. Lo cierto es que en el estado actual de las cosas, ver algo como Mondo Cane en la Argentina es un privilegio.
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