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Lo difícil de ser yo

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Tras la postergación por problemas de salud, Daniel Johnston brindó dos conciertos a sala llena en Niceto Club.

En tiempo de decepcionantes shows de leyendas (Chuck Berry, Bad Brains, Television), la diferencia en el concierto de Daniel Johnston radica en que uno va preparado, sabiendo que todo puede ser un completo desastre.
Para muchos Johnston no es más que un invento de la prensa o una remera que usaba Kurt Cobain. Para otros es un artista totalmente inestable, que para combatir sus demonios creó algunas de las canciones más sensibles que alguna vez se hayan escuchado. Y la gente que llena Niceto es la que elige creer en la segunda. Por eso le va a perdonar sus desvaríos, sus olvidos, sus desafinaciones. El niño de 52 años hace lo que puede y entrega sus canciones de la manera que le sale.

Tal vez la segunda función fue la indicada. Ya sabiendo con qué iba a encontrarse, a Daniel se lo ve más suelto y más en sintonía con la banda. La misma estaba compuesta por músicos locales, pero con la diferencia de que son músicos que conocen y respetan la obra del estadounidense; nada de banda armada a último minuto. Seguramente el cantante eso lo ve, lo aprecia y puede soltarse. O tal vez es todo casualidad y hoy tiene una buena noche en particular. Nunca lo sabremos.

Quien haya visto la película biográfica, sabrá de qué se trata; canciones de amor desgarradoras a esa única musa inspiradora: Laurie. Esa que nunca pudo superar. Y aunque le salgan de adentro, las haya cantado mil veces, se las olvida, se pone nervioso, es un niño actuando ante la mirada de todos. Pero todo funciona como una obra en sí misma, casi arte conceptual. En “Life in vain” sube Liniers a pintar algo. Y nada en ese momento es prolijo o bello en el sentido estético de la palabra, pero lo es en otro, que no tiene definición.

Y las canciones no suenan como en esos casettes rudimentarios. “Casper”, “Walking the cow”, “Love not dead” ahora suenan con la melancolía de un hombre que ha aceptado su destino. Que su dolor sea el alivio de otros. Por eso puede reírse cuando se pierde en “Rock and roll EGA”. Esta vez está más vivo que muerto.

Y sí, obviamente es corto; apenas una hora. Es todo lo que psicológicamente puede dar. Para los momentos finales suena “True love will find you in the end”, ese que se encontraba en el famoso disco de la remera. Y todavía tiene sentido. Porque para él todavía el amor no ha llegado, pero al mismo tiempo lo tiene hace décadas, con toda la gente que lo va a ver y lo quiere como es: desprolijo, perdido, errático y honesto.

Hay un dicho que dicen que los locos y los chicos son los únicos que dicen la verdad. Daniel Johnston tiene un poco de ambos y más allá de la polémica que su figura trae -y no vamos a discutir- es solo un chico tratando de hacer canciones honestas y bellas. A veces le sale mejor, a veces no tanto. Pero todavía lo hace. Lo tiene que hacer.

*Fotos por Guillermo Coluccio

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